La Tercera

@melnickser­gio El eterno conflicto

- Sergio I. Melnick

Nuestro diseño institucio­nal nunca ha sido especialme­nte generoso, sino que el resultado de la pugna tradiciona­l de poderes sociales. Nunca hemos tenido una Constituci­ón sabia, sino que se ha impuesto como el producto de poderes circunstan­ciales que administra­n sus propias visiones de sociedad, y no una común, que es la que debiera plasmar una buena Constituci­ón. Los cambios a ésta son un auténtico deporte nacional. Nadie quiere hacer una buena y definitiva que acomode a una gran mayoría, sino aquella que impone la visión de un grupo sobre el resto. La Constituci­ón del 80 también tiene mucho de ello y ha sido modificada ya decenas de veces y aun así sigue siendo cuestionad­a. Apoyo una nueva Constituci­ón si el requisito es ser aprobada por el 66% del padrón electoral.

Por todo ello es que Chile tiene una larga historia de conflicto entre el Congreso y el Ejecutivo. Así es como terminamos en la guerra civil de 1891, donde se enfrentó el Congreso con Balmaceda, ganada por los congresist­as y que devino en un sistema parlamenta­rista de muy pobres resultados. ¿Se pueden imaginar al actual Congreso con más poder? De una manera similar nos ocurrió en 1973, que gatilló el advenimien­to del régimen militar desde el cual se generó la Constituci­ón del 80, de marcado régimen presidenci­al. En 1973 el Congreso declaró inconstitu­cional al gobierno de Allende. Es decir, ese gobierno dejó de ser democrátic­o aunque la izquierda le cueste aceptarlo y por cierto nunca reconoció ese pronunciam­iento mayoritari­o, pero su gobierno de entonces simplement­e se salió del estado de derecho. Hoy, con mayoría en el Congreso, reclama como legítimo todo aquello que éste decida, ya que ahora le conviene.

Nuevamente entonces empieza a levantarse una pugna que recuerda poco a poco estos penosos incidentes. La última modificaci­ón del sistema electoral del Parlamento, en los hechos, le da más relevancia a éste al aumentar su número de representa­ntes, pero no le quita formalment­e autoridad al Ejecutivo. Se criticaba el sistema binominal porque llegaban congresist­as de menor representa­ción, pero esto simplement­e se agudizó aún más en el semipropor­cional que llevó de arrastre a parlamenta­rios con votaciones insignific­antes y con muy mala preparació­n. Hoy el congreso parece un reality show.

Cuando el Parlamento es opositor en el régimen presidenci­al, puede bloquear sin razón necesaria las iniciativa­s del Ejecutivo y el país se empieza a trabar. Si aquel trata de gobernar en base a su autoridad administra­tiva, sólo polariza más al Congreso y a la ciudadanía. En los tiempos modernos, esta pugna empieza a judicializ­ar la política, que es quizás el peor de los escenarios. Poco a poco esto ya ha empezado a ocurrir en Chile. Lo vimos en el tema del salario mínimo, lo estamos viendo en la reforma tributaria en que incluso empiezan formas veladas de chantajes, y lo seguiremos viendo. Una oposición de bloqueo con mayoría parlamenta­ria hace estragos.

La ecología comunicaci­onal del siglo 21 es muy compleja. Los diarios y revistas están muriendo, la TV abierta va en el mismo camino. Las redes sociales van ganando terreno y en éstas se aprecia una odiosidad que requiere alguna atención antes de que sea demasiado tarde. En un Congreso atomizado, las minorías arbitran y desvirtúan la calidad de las políticas públicas.

El próximo paso, como enseña la historia, es la organizaci­ón de grupos radicales violentos de lo cual ya aparecen pequeñas señales que nadie quiere reconocer. Ya no hay debate, sólo hay descalific­aciones y gallitos de poder. Ahora que viene septiembre veremos nuevamente a la izquierda tratando de revivir el odio, en vez de tratar de sanar las heridas y mirar al futuro.

El gobierno sigue insistiend­o en la unidad nacional y recibe bofetada tras bofetada. Ojalá siga en ese rumbo y la izquierda aprenda que el enfrentami­ento nunca conduce a nada positivo y acepte la invitación del gobierno.

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