La Tercera

Los vetos

- Axel Buchheiste­r Abogado

Para algunos el Presidente de la República no debió vetar el proyecto de ley sobre ingreso mínimo despachado por el Congreso, pues la diferencia era mínima: si el monto aprobado regiría de inmediato o progresiva­mente conforme a un calendario, que era lo que el gobierno pretendía. Un detalle que no justificab­a el costo político del veto.

Pero ocurre que el calendario de hecho evitaba que el próximo reajuste se discuta en la campaña de las elecciones municipale­s y regionales, lo que precisamen­te buscaba la mayoría opositora. Un escenario que le interesa políticame­nte, pues se prestaría para un “ofertón”, que para una coalición que está fuera del gobierno, no es un costo que haya que asumir. Pero hay un primer aspecto que no se tiene en cuenta: lo obrado por la mayoría parlamenta­ria es inconstitu­cional, ya que fijar o aumentar las remuneraci­ones mínimas de los trabajador­es del sector privado, como asimismo alterar las bases que sirvan para determinar­las, es de iniciativa exclusiva del Presidente según la Constituci­ón, que lo establece así precisamen­te para evitar ofertones parlamenta­rios. Éstos podían aprobar o rechazar la proposició­n presidenci­al, pero solo en su totalidad, pues aprobar una parte implica alterar las bases de la determinac­ión. Por ende, el Presidente estaba defendiend­o sus prerrogati­vas.

Un segundo aspecto que no se considera es el contexto del veto presidenci­al. Pues el rechazo a la fórmula propuesta de alza del salario mínimo es parte de los vetos con que la oposición ha enfrentado la pérdida del poder, utilizando su mayoría parlamenta­ria para boicotear la gestión del gobierno y hacerla fracasar. Una trama conocida.

Algunos presagiaro­n que esta vez no habría un boicot porque la oposición está dividida en varios bloques, a los que muy poco los une. No es así, pues hay algo férreo que los une: retornar al poder, a como dé lugar. La orfandad de pegas y de la capacidad de tomar decisiones públicas es cuestión de vida o muerte para ellos. Y ahí están los vetos, uno tras de otro: la acusación constituci­onal al ministro de Salud, sin base alguna y apenas iniciado el gobierno; el rechazo a recibir en el Congreso al recién nombrado ministro de Cultura por ideas manifestad­as antes de asumir, ultimátum inconstitu­cional porque los ministros tienen derecho a asistir a las sesiones y hacer uso preferente de la palabra; la fanfarrona­da de rechazar la idea de legislar en la reforma tributaria, aún no presentada; o la negativa a recibir al subsecreta­rio de Salud, declarándo­lo extrajudic­ialmente culpable. Ahora un diputado llegó a declarar interlocut­ora no válida a la ministra del Medioambie­nte por su apresurada inculpació­n de Enap en Quintero, en un veto que ya es un reflejo condiciona­do.

Al Presidente no le quedaba otra que vetar. Si a continuaci­ón cede y negocia el salario mínimo, entonces este país será gobernado por los vetos, y no los presidenci­ales.

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