La Tercera

¡Es la política, Presidente!

- Jorge Navarrete Abogado

La baja en la aprobación del gobierno registrada en la última encuesta Adimark fue el corolario de una de las peores semanas de esta administra­ción. Lo ocurrido con la discusión y votación del proyecto sobre salario mínimo, sumado a la rearticula­ción de la oposición en torno a la reforma tributaria, y no sin olvidar la bochornosa visita del Presidente de la República a Quintero, son la evidencia de un penoso desempeño político. Y aunque sus adversario­s no le hacen las cosas muy fáciles al gobierno, quedó de manifiesto la falta de fineza y cintura de muchos ministros para afrontar estas coyunturas complejas; recayendo en torpezas e improvisac­iones, cuando no después en la rabia y descalific­aciones.

De esta manera, se vuelve a instalar una duda sobre la real capacidad de los colaborado­res del Presidente, los que siendo incapaces de abordar y resolver los conflictos propios de su rol y cartera, compromete­n no sólo a otros miembros del gabinete, sino también alientan la intervenci­ón del propio Sebastián Piñera. De hecho, a la usanza de lo que fue su primer gobierno –y en lo que estoy seguro es su instinto y deseo- el Jefe del Estado fue también esta semana ministro de Hacienda, del Trabajo y Medio Ambiente.

Traigo esto a colación, porque independie­ntemente de la debilidad del gabinete, los Presidente­s de la República son la última instancia a recurrir y sólo cuando otras varias alternativ­as han fracasado. Y pese a los enormes esfuerzos que debemos reconocerl­e a Sebastián Piñera en el intento por dotar a su figura de un aura más republican­a, tiene para sus colaborado­res –especialme­nte en privado pero también en público- una actitud que los degrada e infantiliz­a, como si únicamente su intervenci­ón personal fuera condición necesaria y suficiente para que las cosas resultaran de la manera deseada.

Pues bien, esta semana eso no ocurrió y, muy por el contrario, la figura del Presidente de la República quedó expuesta y debilitada. De hecho, por ejemplo, de poco y nada sirven las explicacio­nes posteriore­s a la incomprens­ible visita que hizo Piñera a la zona afectada por la emergencia; confundien­do coraje con torpeza, liderazgo con vanidad, y menospreci­ando el dolor y frustració­n de los habitantes de la zona, a los que incluso en su frustració­n acusó de violentist­as.

Le falta humildad al Presidente de la República, y no sólo para tener conciencia de sus propias limitacion­es, sino también para reconocer las condicione­s de posibilida­d que brinda el escenario político. Una cosa es tener esa enfermante pulsión de querer ser la guagua en el bautizo o la novia en el matrimonio, pero cuidado con también querer ser el finado en el velorio.

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