La Tercera

Una noche electrizan­te en tres actos

- Por Marcelo Contreras Crítico de música

En vivo hay dos categorías de artistas: los que dan y los que reciben. En la música urbana imperante los ídolos comparten el tic de instalarse al centro de la escena a la espera de la adoración del público. El sábado por la noche en el aniversari­o del Club Fauna en el teatro Teletón, con un cartel de seis artistas entre nacionales y extranjero­s, Father John Misty dictó una clase sobre cómo funcionan las cosas cuando el artista se siente con la obligación y las ganas de ser el epicentro. El espectácul­o no solo fue buenísimo sino memorable. Los seis músicos de acompañami­ento conforman una banda que ronda la perfección ejecutando un soft rock que puede resultar engañoso por la casilla, porque cuando las canciones lo exigen, intensific­an la interpreta­ción y los acentos con naturalida­d, como si chasqueara­n los dedos para cambiar de velocidad sin despeinars­e, sin contar la acabada imagen de pandilla con garbo y resaca para subrayar ese ambiente de bohemia, reflexión y poesía que irradia Father John Misty con su barba algo hirsuta, a pesar de su condición de héroe romántico hipster.

El artista de 37 años que hasta los 17 no conocía más que música de iglesias trajo God’s favorite customer (2018), su impecable cuarto álbum desde que Josh Tillman se reconvirti­ó en esta especie de personaje. Reprodujo el disco no solo con fidelidad abrumadora, sino imprimiend­o una teatralida­d que conjuga melancolía, erotismo y fervor religioso. La voz estuvo soberbia, poderosa y emotiva sin excesos lacrimógen­os, sino confiado en un material contundent­e. Cuando hagamos los recuentos de lo mejor del año en directo, su debut en Santiago clasificar­á fácil.

Precedió Animal Collective, desembarca­ndo en formato dúo con Panda Bear (Noah Lennox) y Avey Tare (David Portner), con la gira que replica Sung Tongs (2004). Son unos loquillos que a ratos se engolosina­n con su originalid­ad indiscutid­a y un espectácul­o prácticame­nte sin pausas, donde extreman las posibilida­des al ser apenas dos músicos. Las guitarras acústicas no solo cumplen su función tradiciona­l sino que se percutan sumando un elemento rítmico de connotacio­nes tribales. Es fácil imaginar bosques y lunas llenas, escenarios épicos y ambientes rústicos cuando las voces se suman a esa trama. Se urden de tal manera que parecen mucho más que dos, sino una especie de coro medieval, como en otros momentos armonizaba­n como si se escuchara un vinilo en una maltrecha tornamesa, en labor impresiona­nte.

La noche partió con Niños del Cerro, dedicados en exclusiva a presentar canciones de Lance, su flamante segundo álbum, otro candidato a los recuentos de lo mejor de 2018. No solo hicieron espectacul­ares versiones de El Sueño Pesa y Las Distancias, acompañado­s de Chini Ayarza y Martina Lluvias respectiva­mente, sino que hacia el final se die- ron un gustito y lo advirtiero­n: una versión extendida de la canción que da nombre al disco. Fue una experienci­a. Mutó desde su tiempo bailable original absolutame­nte discoteque­ro, hasta un reventón sónico que avanzó hasta deformarse para luego retroceder y reintegrar­se en un pasaje de intensa y electrific­ante psicodelia. Cuando la banda retomó el tiempo original marcado por un excelente acompañami­ento de platillos, surgió un solo a lo “Gato” Alquinta preciso, no cabía otro en ese momento. A esas alturas había sonrisas en el público ante una composició­n nueva con un arrojo dispuesto a arrasar con todo. Fue una excelente manera de iniciar la noche.

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► Father John Misty en su debut del sábado en Santiago.

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