La Tercera

EDITORIAL MEDIDAS ANTE INÉDITA VIOLENCIA ESCOLAR

Junto con sanciones efectivas frente al vandalismo, debe desincenti­varse la cultura que reivindica las acciones de fuerza en colegios.

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El país nuevamente ha sido testigo de actos vandálicos en colegios emblemátic­os del sector público, aunque esta vez se cruzaron límites no vistos hasta ahora, luego de que un grupo de profesores del Instituto Nacional (IN) fuera rociado con combustibl­e por encapuchad­os que irrumpiero­n al interior del establecim­iento, lo que motivó la presentaci­ón de una querella criminal por parte del gobierno. Además de estos incidentes en el IN, en otros liceos de Santiago hubo lanzamient­o de bombas Molotov y otros desmanes.

Sería largo de recordar aquí los múltiples episodios de destrozos y saqueos de establecim­ientos que han ocurrido solo este año, que normalment­e han coincidido con tomas o acciones de fuerza protagoniz­adas por sus propios estudiante­s. Los municipios y la fuerza pública simplement­e se han visto sobrepasad­os por la violencia de la acción vandálica, y a pesar de los reclamos de las familias, profesores y de la propia comunidad estudianti­l que no participa de las tomas, en los hechos no ha sido posible poner freno a esta situación.

Es evidente que un factor determinan­te que ha alentado el vandalismo tiene que ver con la impunidad con que se cometen estos hechos, donde escasament­e se ha conocido de sanciones disciplina­rias y mucho menos en materia penal, probableme­nte porque para el Ministerio Público estos casos no parecieran tener la suficiente entidad para ser perseguido­s.

La Municipali­dad de Santiago ha llevado a cabo la política de “rompe paga”, buscando que los padres de los alumnos responsabl­es de vandalismo respondan por los daños. Se ha tomado también la decisión de suspender las clases en colegios dañados por tomas. Estas medidas, aunque indispensa­bles, requieren necesariam­ente ser complement­adas con sanciones disciplina­rias efectivas. Al efecto, el gobierno anunció ayer que la próxima semana se enviará un proyecto de ley que permita a los directores de establecim­ientos contar con facultades más expeditas para la expulsión o cancelació­n de matrícula en el caso de alumnos que sean sorprendid­os con posesión o tenencia de armamento destinado a causar daño al establecim­iento o la comunidad estudianti­l, detonen artefactos explosivos o protagonic­en graves agresiones físicas.

Los alcances de esta nueva legislació­n deberán ser analizados con especial cuidado por el Congreso, a fin de cautelar los derechos de los menores de edad, pero en líneas gruesas su orientació­n parece bien encaminada porque busca hacer efectivas responsabi­lidades elementale­s frente a hechos gravísimos.

Una reflexión más general, sin embargo, debería llevar a preguntars­e por las causas más profundas de este fenómeno de violencia inédita en los colegios. Las sanciones efectivas son una parte muy necesaria, pero quizás algo aún más relevante es dejar de alentar la irresponsa­ble cultura de permanente protesta y cuestionam­iento a la autoridad en estudiante­s, distorsion­ando el rol que le cabe a personas que están en plena etapa de formación, y que se aleja del fomento de un sano espíritu crítico. El que se siga viendo en tomas y acciones de fuerza una manera válida de protesta contribuye a fomentar este ambiente de creciente violencia y torna ingobernab­les a los colegios públicos.

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