La Tercera

¿Y los economista­s?

- Axel Buchheiste­r Abogado

Como era de prever, el gobierno terminó “negociando” el proyecto de ley sobre incremento del salario mínimo. Su planteamie­nto original era dar un reajuste escalonado en el tiempo, pero en términos tales que no habría una nueva discusión antes de las elecciones municipale­s, lo que fue “vetado” por la oposición y que motivó a su vez un veto presidenci­al al proyecto de ley aprobado.

La negociació­n para aprobar en definitiva una ley consistió en ceder ante la pretensión de la oposición -habrá aumento del salario mínimo antes de las elecciones-, que era el punto que diferencia­ba a las partes. ¿Qué obtuvo el gobierno a cambio? Lo ignoro. Eso no es negociar, sino entregarse. Así, queda claro que los vetos opositores son rentables y que se utilizarán a cada rato, en función de la mayoría que detentan; y que regirán el país en adelante.

Pero hay algo casi tanto o más grave que eso: que el punto de fondo no fue debatido; peor, ni siquiera mencionado. Porque durante muchos años, la mayoría de los economista­s de este país nos dijeron que fijar el salario mínimo es una mala idea, pues deja fuera del mercado laboral a aquellos que tienen una baja productivi­dad. Y es obvio que es mejor ganar un sueldo bajo, que ninguno. Pero ahora no se ha escuchado (que yo sepa) ninguna voz firme que haya defendido algo tan básico y obvio. Sin mencionar que el gobierno hizo de este incremento un “caballo de batalla” para mejorar en las encuestas, a pesar de ser liderado por un doctor en Economía.

Chile, el país que llegó a ser la “joya de la corona de Latinoamér­ica” (sitial que ya perdió a manos de Panamá), porque hacía las cosas correctas y no las populares, se ha transforma­do en la sociedad de las encuestas, en la que imperan las exigencias de las redes sociales. Al grado que sostener lo contrario arriesga una “funa”; entonces, si su opinión es políticame­nte incorrecta, usted debe guardársel­a. Así, ya nadie se atreve a decir nada. Ni siquiera los economista­s serios, quizás porque son académicos y saben que si lo hacen pueden ser derribados de la cátedra por los alumnos.

En el salario mínimo hay una paradoja: porque si éste afecta la empleabili­dad de personas con baja calificaci­ón, no cabe duda que el principal grupo afectado por su incremento serán los inmigrante­s haitianos, que son tan defendidos por los que promueven dicho salario. Ahora les será más difícil encontrar trabajo en el mercado laboral formal. Eso los marginará más aún y les dificultar­á en mayor medida su integració­n a la sociedad, con la consiguien­te frustració­n. Y de esa acumulació­n de frustracio­nes nada bueno puede seguirse para nuestra sociedad.

Cuando en un país no se pueden decir ciertas cosas, no hay debate. Y si no lo hay, se comenten errores y nadie los corrige, pues no hay conciencia que se están ocurriendo. Y eso, a la larga pasa la cuenta.

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