El rol de la oposición
La próxima semana, la nueva oposición completará su primer semestre de existencia. Por primera vez desde el regreso a la democracia, los contradictores del oficialismo con representación parlamentaria no pertenecen a la misma coalición política y, peor aún, el que fuera el principal bloque de centroizquierda ni siquiera tiene un nombre que lo identifique.
Está claro que el rol es contrapesar las decisiones del gobierno y se espera, por lo tanto, que interpretando al sector del cual recibió su mandato genere una equilibrada oposición a iniciativas que vulneren sus convicciones. En este sentido, claramente los votantes de parlamentarios del Frente Amplio o el Partido Comunista aspiran a que sus representantes obstruyan la labor de un gobierno cuyas ideas les son ajenas. Distinto es el caso de los electores de partidos de centroizquierda moderados, los que en muchos casos votaron cruzado eligiendo a parlamentarios de la ex Nueva Mayoría y en simultáneo al candidato presidencial de Chile Vamos.
No se entiende, entonces, que pasando por alto esos matices entre un sector y otro de la oposición, ésta adopte una postura tan negativa y obstaculice -con una coherencia ideológica dudosa- las propuestas gubernamentales, por buenas que sean. Sobre todo es sorprendente, porque los sectores moderados de izquierda pagaron caro en las últimas elecciones su apoyo al programa de la administración pasada y contribuyeron, de paso, al triunfo más holgado que ha tenido la centroderecha en décadas.
Llama la atención que mientras los sectores tradicionales de izquierda intentan disputarle la hegemonía política al Frente Amplio –haciendo esfuerzos burdos por asemejarse a ellos- estos últimos se encuentran inmersos en una lucha fratricida que ha desnudado la total ausencia de una coherencia programática mínima y problemas serios de institucionalidad partidista. El desafío que tiene la centroizquierda, entonces, es diferenciarse de sus nuevos aliados y evitar transformarse en un séquito obediente de las facciones más extremas del progresismo.
Ese sector solo será capaz de reencantar el voto centrista si es capaz de ejercer una oposición madura y constructiva, que corrija los errores regulatorios del pasado reciente y contribuya a reencaminar al país en una senda de crecimiento y desarrollo.