¿Por qué los chilenos son los que más beben en América Latina?
Consumen en promedio 9,6 litros de alcohol puro al año, lo que sitúa al país como el más bebedor de América Latina y el cuarto en América, según la OMS. Se bebe esporádica, pero concentradamente, en solo 1,6 días, en especial en fiestas, lo que se increme
En agosto una publicación de la revista médica The
Lancet cuestionó que el alcohol en pequeñas cantidades sea beneficioso para la salud. El trabajo de la U. de Washington en Seattle (EE.UU.), consideró 694 fuentes de 195 países y 592 estudios de proyecciones y retrospectivas sobre riesgos, publicados entre 1990 y 2016, y sostiene que “ningún nivel de consumo de alcohol es seguro”.
Es más, el efecto protector cardiovascular sugerido en otros hallazgos para pequeñas cantidades, dice, no está comprobado. Los estudios que lo indicaban, asegura el trabajo, “estuvieron limitados por los tamaños de muestra pequeños, el control inadecuado de los factores de confusión y las elecciones no óptimas de una categoría de referencia para calcular los riesgos relativos”.
En el escenario mundial, agrega la investigación, la tasa de muertes atribuibles al alcohol (por 100 mil personas), para ambos sexos entre 15 a 49 años, alcanza el nivel más alto en Lesoto, país del sur de África, con 145,3. Le sigue Rusia, con 118,4, nación en que es la principal causa del alza en la mortalidad a partir de la década de 1980, con el 75% de las muertes entre los hombres de 15 y 55 años.
En el panorama mundial la situación en Chile parece menos grave, pero de todos modos muestra cifras preocupantes. En 2014 la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó el Informe Mundial de Situación sobre Alcohol y Salud, que lo identifica como el país de América Latina con mayor consumo promedio de alcohol puro al año: 9,6 litros, en comparación con 8,4 del resto de la región.
No es todo. Cerca del 10% de las muertes pueden atribuirse al alcohol, dice el estudio El consumo
riesgoso de alcohol en Chile: tareas pendientes y oportunidades para
las políticas públicas, de los investigadores de la Facultad de Medicina de la U. Católica, Paula Margozzini y Jaime Sapag. Ello implicaría 9.500 muertes anuales, es decir, cada día 26 chilenos mueren por causas vinculadas al alcohol.
Al considerar la estimación de carga de enfermedad y muertes evitables, agrega el trabajo, una baja del 20% en el consumo promedio nacional podría evitar más de 1.300 muertes anuales.
Al igual que otras drogas, el alcohol puede causar adicción y es un problema en Chile, dice Paula Margozzini, académica de la División de Salud Pública y Medicina Familiar de la U. Católica. Lo más grave, explica, es el nivel de consumo riesgoso, aquel que por su cantidad –medida en gramos de alcohol puro–, patrón o circunstancias, aumenta el riesgo de daños a la salud física, psicológica y/o social, ya sea propia o de terceros.
Los últimos datos de la Encuesta Nacional de Salud (ENS 20162017) muestran que a nivel nacional la cifra de consumo riesgoso es de un 11,7%, y que en hombres es mucho mayor (20,5%) que en mujeres (3,3%).
Excesivo e intermitente
Un porcentaje importante de la población chilena se declara abstemia en el último año (30%), dice Margozzini. El consumo per cápita ocurre en el 70% restante que, a su vez, tiene un patrón de consumo predominantemente excesivo e intermitente.
Un consumo que tiene una particularidad: se concentra en solo 1,6 días de la semana. Los bebedores chilenos tienen un consumo de 55 gramos, el cual supera al de los franceses (35 g en promedio), quienes, además, beben más frecuentemente, pero en menor cantidad.
¿Por qué se bebe tanto en Chile? La baja percepción de riesgo y el alto desconocimiento de la verdadera cantidad de alcohol sobre la cual comienza a producirse el daño, señala Margozzini, son en gran medida las causas.
La población no sabe que sobre dos tragos en el hombre y sobre un trago en la mujer comienza a aumentar significativamente el riesgo de cáncer y muchas otras enfermedades crónicas, explica Margozzini. “No saben que el ‘trago estándar’ chileno trae en promedio 15 gramos de alcohol puro (más que en otros países). Tampoco que los efectos protectores cardiovasculares en los que tantos se afirman para beber son muy discutibles, especialmente en hombres”.
La contundente evidencia sobre los efectos nocivos en quienes no han completado su neurodesarrollo, es decir, menores de 24 años, agrega, también se desconocen. Lo que reafirma la ENS 20162017, que muestra que el grupo con mayor consumo riesgoso es el de entre 20 y 29 años, con un 18,8%, seguido por el de 15 a 19 años, con un 12,2%.
Para Ricardo González, urgenciólogo experto en toxicología de Clínica Alemana, el motivo es que nunca socialmente se ha tomado conciencia de que es una droga. “Disminuye los reflejos de la misma manera que lo hacen la cocaína o la marihuana, pero se toma como algo socialmente aceptado y eso se ve en que cada vez más jóvenes consumen alcohol”.
Al beber esporádicamente y de forma concentrada hace que la asociación a enfermedades y riesgos aumenten, dice González, “no es lo mismo una copa de vino todos los días, a tomar el día viernes tres botellas de vino”.
A su vez, se le dieron propiedades cardiovasculares por el efecto de los flavonoides (sustancias presentes en los vegetales que protegen al organismo del daño producido por agentes oxidantes), “pero se pueden obtener más de las frutas”, señala González. “Es una droga independiente de la cantidad, causa daños en el organismo y se le dan ciertos tipos de bondades, y eso es lo que hay que sacar del conocimiento popular”.
Bajo precio y disponibilidad
Junto con la baja percepción de riesgo, existen diversos incentivos ambientales y sociales que favorecen el beber riesgoso. El bajo precio, especialmente el de alta graduación, destaca Margozzini, es uno de ellos. “Una botella de un destilado en Chile cuesta 4 euros ($3.200), en Islandia cuesta 84 euros (67 mil). Además, no existe un precio mínimo por gramo de alcohol puro, ni ninguna regulación que evite que se le baje el precio en ‘ofertones’”.
Asimismo, indica, existe una gran disponibilidad física. “Se vende alcohol incluso de alta graduación en cada esquina de Chile, supermercados, botillerías, etc., y en extensos horarios de venta, edad de venta baja y poco fiscalizada, y densidad de patentes municipales no cumplen norma en muchos lugares”.
Tampoco da igual su calidad. Si se consume, ideal que no sea mal procesado, “el alcohol más barato tiene mayor porcentaje de etanol que produce múltiples enfermedades”, dice González.
No se debe desconocer que se asocia a actividades sociales y fiestas, dice Claudio Muñoz, urgenciólogo jefe del Servicio de Urgencia Adulto del Hospital El Carmen de Maipú. “De cada cinco chilenos, dos beben más de cuatro copas en una ocasión, y entre 15 y 35 años, consumen más de ocho tragos, lo que implica quedar en estado de ebriedad”.
Luis Herrada, jefe de Urgencia de la Clínica Las Condes, dice que las causas de este consumo excesivo son complejas, y van desde aspectos culturales a políticas públicas. En esas últimas, las orientadas a suprimir el consumo son vitales, sostiene. “El alcohol en exceso hace mal y no porque se complique el hígado, sino que las personas se mueren. Lo más preocupante es que son cada vez más los jóvenes de 14 o 15 años los que consumen”.
Han fallado los programas de prevención en los últimos 20 años, agrega Muñoz, “la que debe venir desde la atención primaria y los colegios, para hacer prevención más que curar”.
Sin embargo, el problema no es que esté presente en la socialización, dice Margozzini, “de hecho se supone que ese es el “beneficio” que el ciudadano no adicto está solicitando obtener al comprarlo”. El problema es el volumen que se ingiere. “La cantidad ingerida daña a la persona, a terceros y a su entorno, y el impuesto al alcohol no compensa en Chile ni siquiera el gasto público que el Estado hace en los daños a la salud directamente atribuibles a alcohol”, sostiene.