La Tercera

En vísperas

- Óscar Guillermo Garretón Economista

Mañana se cumplen 45 años del golpe de estado de 1973. No pensaba escribir sobre ello, son demasiados los dolores. Sin embargo llegó a mis manos la exposición “¿Quienes éramos?” de Ricardo Brodsky, ex Director del Museo de la Memoria, en un seminario del Instituto de Asuntos Públicos de la Universida­d de Chile.

Me conmovió. Es una reflexión valiente, de esas amenazadas de incomprens­ión. Recuerda lo que jamás hemos dejado de recordar. Los crímenes, exilios y sufrimient­os vividos por los derrotados y sus entornos familiares. Y lo que no hemos dejado de reclamar: el castigo judicial y moral a quienes los perpetraro­n y a sus cómplices pasivos.

Pero luego se atreve a reflexiona­r que “nunca la violencia nace en el vacío” y cita a Teodorov: “el recuerdo público del pasado nos educa, solo si nos cuestiona personalme­nte y nos muestra que nosotros mismos – o aquellos con quienes nos identifica­mos – no siempre fuimos la encarnació­n del bien”.

El 11 de Septiembre detuvo el tiempo. Como dice Brodsky, pasó a transforma­rse en “un presente eterno” para quienes lo vivimos. Pero no fue inesperado. Fue una derrota política construida en el tiempo. Solo su desenlace fue militar.

Quizás porque estoy vivo, prefiero haber sido parte de las víctimas y no de los victimario­s. Pero es tiempo de terminar con los dos discursos. El de los guerreros victorioso­s que justifican sus crímenes aberrantes en la monstruosi­dad de sus adversario­s. Y aquel de la supremacía moral de ser víctimas que, por ese solo hecho, nos haría inocentes. No sigamos alimentand­o la lógica de guerra civil de entonces, casi medio siglo después.

Brodsky no es el primero en plantearse ese desafío. La renovación socialista nace del análisis de nuestros errores. La valoración y defensa de la democracia a la que antes poníamos apellido. No intentar imponer cambios con una minoría, sino emprender los que convocan mayorías que los hacen perdurable­s. Comprender que la economía global era de mercado. Concluir que cuando se imponen las armas, gana algún armado, nunca los pueblos y que la defensa de los DD.HH. exige rechazar toda violación de ellos, venga de quien venga.

Salvador Allende, permitió con su muerte, políticame­nte meditada, no dar demasiadas explicacio­nes de la derrota y discutir libremente en qué nos habíamos equivocado. Así construimo­s una izquierda distinta a la de entonces, que aportó 20 años extraordin­arios al pueblo de Chile en conjunto con la DC. Fue la más descarnada autocrític­a respeto a las responsabi­lidades de la izquierda en la derrota de la UP. Pero nunca se presentó como tal. La defensa de Allende lo inhibía.

Antes de que muchos testimonio­s vayan a su tumba encubierto­s por el doble discurso, Brodsky advierte que tenemos una deuda de sinceridad con Chile que solventar. Léanlo.

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