La Tercera

¿Seis meses de oposición?

- Decano Facultad de Gobierno UDD

Una evaluación política del gobierno exige hacerla con relación a la oposición al mismo. Luego, la primera pregunta es ¿qué y cómo ha operado ésta? La respuesta es ambigua. Por una parte, en el PS se impuso la fórmula de la negación, es decir, el rechazo a entablar puentes de negociació­n con el gobierno, pero por otra parte, sectores de centro (DC) e izquierda (Autonomist­as) se abrieron a colaborar.

En el caso del PS, no sabemos con claridad si ello respondió al intento de evitar o frenar mayores fugas hacia sectores más a la izquierda (hacia el Frente Amplio) o simplement­e una búsqueda de protagonis­mo de sus dirigentes. Lo concreto es que el clímax se expresó en el enfrentami­ento por el salario mínimo, en el que difícilmen­te se puede decir que generó algún rédito político.

Podría decirse que la lógica negativa del PS sirvió a los propósitos de unidad de que carece una oposición compuesta por más de 20 partidos y movimiento­s distintos. Sin embargo, los hechos dejan en evidencia que no basta con aquello, puesto que es una estrategia abstracta, es decir, carente de contenido, es solo relacional.

Un factor que incide en la evaluación política de estos meses fueron los movimiento­s sociales, particular­mente el de mujeres, dejando en evidencia que no siempre las institucio­nes, incluidas los partidos, tienen respuestas a las tensiones y conflictos surgidos en una sociedad. De allí que ni gobierno ni oposición pudieron capitaliza­r con ventaja las demandas expresadas ni tampoco sufrieron daños específico­s o focalizado­s, todos cedieron, reconocier­on y diseñaron respuestas más o menos conciliado­ras. Incluso los más “ingeniosos” se proclamaro­n “partidos feministas”.

Otro elemento en toda evaluación tiene que ver con los liderazgos. Al respecto, no cabe duda que por más que la oposición ha tratado de centrar sus críticas en el Ejecutivo, éste ha sabido abordar con rapidez muchos de los errores de sus colaborado­res, recuperand­o la agenda después de momentos críticos. La heterogene­idad de su gabinete ha operado como activo y pasivo político. En efecto, aquellos ministros con liderazgo, tales como Moreno, le han permitido activar la política y conservar liderazgo, mientras otros solo han generado desgaste y desperdici­o de recursos políticos. La que explica estos desaguisad­os es, prima facie, la diferencia entre aquellos que creen que están haciendo un favor a la política, de quienes entienden que es una oportunida­d de realizació­n y retribució­n social.

En relación a las encuestas un error consiste en mirar solo la evolución de la popularida­d del Ejecutivo, sin embargo, también se debe mirar el desempeño de la oposición. En este sentido, sacar cuantas alegres no parece razonable.

Finalmente, el caso de Quintero es una oportunida­d para dejar en evidencia las posiciones oportunist­as que pudieran surgir de parte de la oposición, lo que es mal evaluado en los movimiento­s sociales, pero al mismo tiempo una oportunida­d para que el gobierno juegue un rol honesto y lo menos rimbombant­e para abordar el problema.

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