Cómplices pasivos
La UDI suele sorprender en sus actos comunicacionales. Siempre hace peticiones increíbles, instalan temas en los que poco tiempo antes planteaban desacuerdos. Ejemplo de ello es la defensa que hicieron del gobierno por el uso de las redes sociales, cuando sus mismos diputados se convirtieron en asiduos de la Contraloría durante el gobierno de Bachelet cada vez que un viral no les gustaba. En esa especialidad, una de sus peticiones recientes más llamativas fue la que le hicieron al Presidente de no volver a usar la expresión “cómplices pasivos” para referirse a los civiles que colaboraron con la dictadura de Pinochet y en democracia, encontraron su casa política en el partido de la calle Suecia.
Los años negros entre 1973 y 1990 les siguen pesando en su discurso público. Les complica en cada ocasión que salen a cobrarle los apoyos a otras dictaduras a la izquierda, y les recuerdan los innumerables registros audiovisuales en que salen los políticos de la generación de los coroneles de la UDI haciendo genuflexiones a la dictadura en los años donde la represión fue más ruda y violenta. Las nuevas generaciones, aunque más distante de lo que significó la dictadura, aprisionada entre los maximalismos de las redes sociales y las novelas de Baradit, suelen ser incluso más crueles.
Para el Presidente, el asunto no es enredado en modo alguno. En su vida política no fue nunca un adicto a Pinochet, y votó contra su permanencia en el plebiscito. El único momento que se le recuerda alguna frase a favor del dictador fue un discurso alambicado argumentando por el regreso de su encierro en Londres. Pero hay que recordar que el gobierno de entonces encabezado por Eduardo Frei era el principal impulsor de las acciones para el retorno del prisionero. En los primeros años de la transición, Piñera y su grupo dentro de RN trataron de diferenciarse del pinochetismo mayoritario de esos años e incluso apoyó una acusación constitucional a un ministro de la Corte Suprema que envió el caso de un detenido desaparecido a la Justicia Militar, y con ello a la impunidad de los archivos. La llamada “patrulla juvenil” de Piñera fue desarmada por una operación de los servicios de inteligencia que se hizo famosa por la grabación de la radio Kyoto.
Pero hoy, con las circunstancias del segundo gobierno, el apoyo de la UDI ha sido fundamental para su gestión. Sus diputados se han convertido en la guardia pretoriana de la Moneda, muy necesaria en una Cámara de Diputados con mayoría opositora y que baila a los ritmos de la orquesta del Frente Amplio. El partido ha tenido una disciplina que no se ha visto en RN, fragmentado en bancadas valóricas que hacen amenazas de descuelgue, cuando ven alguna iniciativa legal que toque sus principios. Tampoco en Evópoli, agrupación para la cual poder nuclear un grupo político de centro es un objetivo superior a cualquier apoyo el gobierno. Dentro de la UDI, aunque hay diferencias profundas entre las nuevas generaciones y los antiguos “coroneles”, en ninguno de los dos bandos hay una posición de distancia con la actual administración.
Teniendo en cuenta ello y lo complejo que es para la UDI aparecer como demócratas en el 11 de septiembre, la petición a Piñera sonaba razonable. La respuesta no se hizo esperar; el Presidente, en una entrevista a este diario, aunque les suavizó bastante el contexto diciendo que no buscó señalar con el dedo a nadie, se las arregló para, de contrabando, pasarles la frase que tanto les duele. Cómplices pasivos.