La Tercera

El juego de suma cero

- Mercedes Ducci B., presidenta, y Alejandra Sepúlveda P., directora ejecutiva Comunidad Mujer

Las discusione­s de política pública que refieren a infancia y parentalid­ad suelen plantear un falso juego de suma cero: como si aquello que es ganar en derechos para las y los niños debiera comportar una cesión de estos, especialme­nte para sus madres. Y a la inversa. Estos días, el debate generado por el envío al Congreso del proyecto “sala cuna universal” recuerda esa aparente contradicc­ión. La propuesta es claramente una reforma pro-empleo de las mujeres, muy esperada por quienes trabajamos por la igualdad de género. Pero, en los hechos, las principale­s críticas han venido de sectores vinculados a educación, planteándo­la casi como una reforma a la Educación Parvularia.

El cambio a la normativa está encaminado, primero, a eliminar la barrera para las mujeres de estar empleadas en una empresa con 20 o más trabajador­as, para acceder a sala cuna. Y, segundo, a igualar los costos de contrataci­ón, que explican en buena parte la brecha salarial, la que puede llegar al 31%. Esto, según la propuesta del Ejecutivo, se lograría con un modelo de financiami­ento solidario entre empleadore­s.

¿Son contrapues­tos los derechos de las madres a trabajar y los de sus hijos e hijas a educarse y ser cuidados? Claramente no, y es ahí donde vemos el primer riesgo en la discusión. Hoy, casi 153 mil niños y niñas no asisten a la sala cuna, aún cuando sus madres trabajan fuera de sus hogares, y son cuidados a menudo por otras mujeres en redes informales.

De esos, 112 mil podrían acceder al derecho a sala cuna de prosperar la reforma. Y si consideram­os que las principale­s razones que ellas esgrimen para no participar del trabajo remunerado son las tareas de cuidado, estaríamos frente a un círculo virtuoso.

El segundo riesgo es asumir que, una vez aprobado el proyecto, todos esos niños/as se matricular­án en avalancha en salas cuna. Más bien, lo que la experienci­a indica es que esta alza será paulatina, en la medida que avance la participac­ión laboral femenina, se asegure cobertura de la Educación Parvularia y se produzca el necesario cambio cultural que elimine la carga social del cuidado exclusivo en las mujeres.

Estamos ciertas de que el proyecto puede mejorar en la discusión parlamenta­ria. Esperamos, por ejemplo, que se incluyan a los padres trabajador­es para lograr real correspons­abilidad. Ello también permitiría que las casi 174 mil mujeres que son madres de menores de dos años y están inactivas, puedan acceder a oportunida­des laborales. No entrampemo­s esta necesaria reforma en un juego de suma cero.

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