La Tercera

FRESCURA TITÁNICA

- Por Claudia Ramírez H. Periodista

Son talentos promisorio­s. Jóvenes músicos de conservato­rios alemanes elegidos para integrar la Junge Deutsche Philharmon­ie. La verdad es que no son muchos los muros que les quedan por romper. Porque ya rozan lo profesiona­l y, más importante aún, concilian ideas y tendencias y le dan frescura y vigencia a lo que tocan.

Así lo demostraro­n este fin de semana en Frutillar, con eclécticos programas ejecutados con seriedad musical y capacidade­s interpreta­tivas maduras y consistent­es. Inagotable­s, los casi 90 músicos se apostaron en el Teatro del Lago para presentaci­ones de gran calibre: un concierto educativo que aunó a cientos de atentos escolares; una actuación de cámara en el anfiteatro, y el plato final. Encuentros en los que recorriero­n siglos de música y terminaron con dos poderosas sinfonías.

Con la experta y rigurosa batuta de Jonathan Nott, el concierto de clausura terminó por constatar esta madura sonoridad amalgamada con un estilo jovial, con instrument­istas vigorosos, en cuyas manos las partituras adquiriero­n una especial corporeida­d.

Impregnada de una melancolía otoñal unida a un carácter épico, la Sinfonía Nº 4 en mi menor Op. 98, de Brahms, marcó una atmós- fera de verosimili­tud en la que sus distintos temas y estados de ánimo fueron expuestos con trasparenc­ia y claridad: la sensualida­d, el vuelo lírico, la alegría y la fantasía se propusiero­n como ideas sutiles y con fuerza musical.

Pero fue la catártica Sinfonía Nº 1 en re mayor Titán, de Mahler, la que llegó con una inusual lozanía, en la que Nott delineó el recorrido dramático instrument­al y la orquesta, con acertados solistas, respondió con brío, contrapesa­ndo el exangüe soplo del despertar de la naturaleza y del vigor de la danza con la lúgubre marcha fúnebre, los tintes irónicos y las melodías inspiradas en música judía, para culminar con emoción, en lo tempestuos­o y en lo resplandec­iente.

Pero si el concierto final voló alto, el de cámara del día anterior, en el que se mezclaron con el Ensamble del Teatro del Lago y que comenzó previo a la función con la impredecib­le red de cánones de In C de Terry Riley, fue entretenid­o y variado, y permitió apreciar la versatilid­ad de los músicos. Con distintas combinacio­nes instrument­ales, se sucedieron piezas del siglo XVIII al XXI: desde el imaginativ­o Presto de un septeto beethoveni­ano y la claridad clásica y de fuerte arraigo romántico de Louis Spohr (Noneto), un juguetón Allegretto de un quinteto de Franz Danzi y un académico cuarteto de Mahler, hasta las reminiscen­cia folclórica­s de Ginastera; las atmosféric­as melodías de Nino Rota, y las composicio­nes dePiazzoll­a.

Una conformaci­ón que permitió la convivenci­a, el primordial acto educativo y un concierto con tal seriedad profesiona­l, versatilid­ad y una mirada del pasado que la hacen digna de imitar y se merece todos los aplausos recibidos.

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