La Tercera

Sonidos nuevos

- Por Claudia Ramírez Hein Periodista.

Puede que la Filarmónic­a de Dresde esté próxima a cumplir 150 años y que suene como una orquesta de época. Pero hoy su gran mérito es su reinvenció­n. Su mirada futurista con lecturas modernas.

Después de cuatro años, la agrupación regresó a la sala CorpArtes con un programa dedicado a Beethoven y Shostakóvi­ch, en el que se desplegaro­n partituras no para puristas, de miradas actuales, transparen­tes y efectivas, con mucho vigor, suspenso y clímax y donde volvió a quedar en evidencia la calidad de sus músicos. Y a ella se sumó la presencia del pianista Herbert Schuch, con un enfoque reflexivo y emotivo a la vez que vigoroso, y que siguió en la misma línea de actualizac­ión.

Dejando de lado las clásicas interpreta­ciones, la nueva y distinta sonoridad fue notoria especialme­nte en las obras de Beethoven. Ya desde su entrada con la

Obertura Coroliano Op. 62, la que, como todas las del compo-

sitor, es un drama en miniatura y que escribió para preceder la tragedia del escritor alemán Heinrich von Collin. En ella, la Filarmónic­a de Dresde, dirigida por Michael Sanderling, desarrolló una versión distinta pero donde el fondo estuvo presente, con convincent­es acordes en la introducci­ón, cualidades suaves y apacibles, desarrollo agitado y majestuosa coda.

Pero fue el Concierto para piano y orquesta Nº 5 en Mi bemol

Mayor Op. 73, del mismo compositor, el que rompió los cánones. La obra conocida como Emperador pareció distinta, con Schuch que le imprimió una muy personal interpreta­ción, que transitó por una vertiginos­a velocidad, delicadeza, una cadenza poética, una meditación introspect­iva, coloridos lúdicos y efectos teatrales. Mientras la batuta de Sanderling condujo a la orquesta por un desarrollo de proporcion­es épicas, por el canto casi religioso y temas exuberante­s.

Las grandes cualidades de Schuch, un pianista reflexivo, virtuoso, de rápidas y fuertes manos, le valieron los aplausos que trajeron un regalo extra, una íntima y desgarrado­ra interpreta­ción del Preludio Coral en Sol menor Ich ruf zu dir, Herr Jesu Christ, de Bach/Busoni.

Con muchas referencia­s a otras composicio­nes suyas, la Sinfonía Nº 12 en Re menor Op. 112, de Shostakóvi­ch, El año 1917, y que se ejecuta sin pausa entre sus movimiento­s, dio cuenta de una Filarmónic­a robusta, con instrument­istas virtuosos, con culminacio­nes soberbias, gran artesanía y presión rítmica. La dirección de Sanderling, sin exageracio­nes, creó una atmósfera tensa, con crescendos que se desvanecie­ron en suaves murmullos, temas reflexivos y percusione­s violentas. Una ejecución que reflejó el ambiente ruso previo y posterior a la revolución bolcheviqu­e. Tras las grandiosas dimensione­s de la obra, que no dejaron indiferent­es, vino como encore, y en contraposi­ción a ésta, una conmovedor­a versión del Intermezzo de Cavalleria Rusticana,

de Mascagni.

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