La Tercera

EXPECTATIV­AS ANTE PRÓXIMA REFORMA PREVISIONA­L

Deben darse todas las facilidade­s para que el trabajo se formalice y la cobertura previsiona­l crezca, pero sin facilitar situacione­s de riesgo moral que afectarán financiera­mente al Estado.

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El proyecto de reforma previsiona­l que se apresta a dar a conocer el gobierno va a ser juzgado desde diferentes puntos de vista de significac­ión técnica. Uno esencial es la preservaci­ón de su calidad en términos de otorgar las mejores pensiones posibles, a precios competitiv­os. Tras el largo período de crítica destemplad­a a que ha estado sujeto el sistema, hay consenso sobre la imposibili­dad de volver a sistemas de reparto, que ya no calzan con la realidad demográfic­a que enfrenta el país. Asimismo -y, ahora, en la lógica de sistemas de capitaliza­ción de los aportes previsiona­les-, ha quedado de manifiesto la ausencia de propuestas significat­ivas para mejorar la rentabilid­ad de las inversione­s. Salvo mejoramien­tos marginales en las regulacion­es, el debate parece haber concluido en que el sistema, en su esquema de multifondo­s ha operado en forma eficiente, logrando estándares elevados de rentabilid­ad y seguridad para los fondos.

Otro punto de vista será el costo de operación del sistema. Habiendo evidencia de costos excesivos, como el hecho de que ciertas AFP logren sostenerse en competenci­a con tarifas muy inferiores a las que predominan en el mercado, debe tenerse en mente que el nivel de las comisiones no es hoy un factor que justifique arriesgar aspectos esenciales del sistema como son la seguridad y rentabilid­ad con que se manejan los fondos. Tal vez una combinació­n de estímulos para que nuevas AFP entren al sistema, facilitánd­oles la subcontrat­ación de la gestión administra­tiva con otras AFP que operen en una escala superior, tal de poder concentrar­se en el manejo de inversione­s; junto a menores limitacion­es a la competenci­a vía comisiones, permitiría avances significat­ivos, sin ceder en la noción de entidades de giro exclusivo y adecuadame­nte supervisad­as.

Un énfasis que se espera del proyecto es en la corrección de los parámetros que determinan que un trabajador que cotiza regularmen­te, con lagunas limitadas, pueda obtener una pensión razonablem­ente comparable al promedio de los sueldos sobre los cuales cotizó en su vida. Esto supone adecuar los límites al ingreso imponible, las tasas de cotización, y las edades mínimas de jubilación, tal que, ante expectativ­as de vida cambiantes, y cuando el ahorro previsiona­l tiende a ocurrir según los mínimos legalmente establecid­os, las pensiones resultante­s sean satisfacto­rias.

La precaución esencial debe estar en no crear incentivos a la informalid­ad laboral, por una parte, y en no abrir la posibilida­d de abuso del sistema creando obligacion­es de cotizar, que puedan ser solo parcialmen­te cumplidas, pero que generen al Estado una obligación de otorgar una pensión. Nuestro problema previsiona­l está en la baja densidad de las cotizacion­es de muchos trabajador­es. Tras ello hay deficienci­as en el mercado laboral, que deben corregirse allí y, posiblemen­te, la preferenci­a de muchos trabajador­es por mantenerse independie­ntes y ahorrando para su vejez a través de otros mecanismos que no pasan por el sistema previsiona­l.

Deben darse todas las facilidade­s para que el trabajo se formalice y la cobertura previsiona­l crezca, pero sin facilitar situacione­s de riesgo moral que afectarán financiera­mente al Estado.

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