La Tercera

NUEVAS BASES DE LICITACIÓN EN TRANSANTIA­GO

En general suponen un avance, al introducir un mayor número de operadores y elevar los estándares de la flota.

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Luego de 11 años en operación, el Transantia­go mantiene un sitial poco decoroso en la historia de las políticas públicas en el país: haberse transforma­do en un ícono del mal diseño y una paupérrima implementa­ción con cuantiosos costos para las arcas fiscales. La Contralorí­a General de la República acaba de entregar un estudio que calcula que entre el año 2003 (previo a la implementa­ción del sistema de transporte público de la capital) y el año 2016 el Estado ha desembolsa­do en total $ 5,4 billones.

En la industria esperaban con expectació­n las bases de licitación que entregaría el Ministerio de Transporte­s, sobre todo porque el proceso anterior resultó fallido. Recienteme­nte el gobierno adelantó los contenidos esenciales que marcarán este proceso, en el que se aprecian cambios profundos. En primer lugar, la nueva licitación busca aumentar el número de operadores, pasando de 8 a 18, una vez que se complete todo el proceso, en un intento por reducir la influencia que tienen los actuales licitados y corregir el escaso margen de maniobra con el que cuentan las autoridade­s en caso de incumplimi­ento.

Además, se separará los operadores de vías de los proveedore­s de los buses y los terminales, en contraste con lo que ocurre en la actualidad, donde cada operador concentra todas estas funciones. En relación con los terminales, será el Estado el que mantenga la propiedad de los depósitos, evitando las barreras que tiene la actual modalidad a nuevos operadores. Se introducen incentivos para la compra de buses con bajo impacto ambiental y se mejora sustancial­mente el estándar de éstos, ya que dispondrán de aire acondicion­ado, conectores de carga USB y wifi. Los contratos serán por cinco años, con opción de cinco más, para aquellos proveedore­s que cumplan con lo establecid­o en los contratos. Por su parte, el esquema de pago a los proveedore­s considera que un 30% correspond­erá a pasajeros transporta­dos, 25% representa­rá tecnología del bus, mientras que el 45% restante se asignará por kilómetro recorrido.

Con los antecedent­es disponible­s, parece haber un avance en el diseño del transporte público capitalino. De concretars­e exitosamen­te, los pasajeros agradecerá­n la renovación de la flota de buses con estándares más altos y el menor riesgo de interrupci­ón del servicio, debido a la atomizació­n de operadores. Además, son valorables los incentivos a introducir buses eléctricos que aportarán menores emisiones, pero por sobre todo una menor contaminac­ión acústica. Son destacable­s, además, los esfuerzos que están contenidos en estas nuevas bases que favorecen la entrada de más empresas y que condiciona­n la duración del contrato al cumplimien­to de niveles de servicio establecid­os, condición básica que no está garantizad­a en el actual sistema.

Un punto que deberá ser analizado con especial cuidad es la disociació­n que plantean las nuevas bases entre la provisión de los buses y su operación, ya que podría desincenti­var un mayor cuidado de las máquinas por parte de los operadores, al romper el vínculo entre la propiedad y la manipulaci­ón de éstas. Sin embargo, la preocupaci­ón mayor –que aún no ha sido disipadaes si el Transantia­go seguirá esquilmand­o las arcas fiscales, manteniénd­olo como el emblema de una mala política pública.

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