La Tercera

Música para Chile

- Por Horacio Salinas Director de Inti-Illimani y Presidente de la SCD

En 2016, y a sus 96 años, Vicente Bianchi editó su último disco, Chile fértil. Un acto de valentía sin duda, y una muestra más de la tremenda pasión del Maestro por la creación, pero también por lo que ha sido su sello distintivo y su gran contribuci­ón a la cultura de nuestro país: su amor profundo por Chile, por su gente, su historia y tradicione­s.

Desde ese lugar, creó melodías que entraron en las casas de los chilenos de manera natural, que musicaliza­ron varios de nuestros hitos patrios, y convirtier­on en canciones relatos históricos tan nuestros como La Noche de Chillán, de Neruda, o La Araucana, de Alonso de Ercilla, que dio vida a su último disco. A través de su música, Bianchi puso su alma y su corazón en los chilenos y sus tradicione­s, no allá en otro mundo que no fuera el nuestro, no allá lejos donde quizás muchos de sus colegas miraban en su época buscando referencia­s e inspiracio­nes. La gran contribuci­ón de su música es que habla por nosotros, dice cosas que nosotros no podemos decir, y es ahí donde radica la importanci­a del arte: su valor trascenden­tal es el hablar de lo que somos, de lo que pensamos, de lo que a veces nos cuesta decir. El arte es en sí mismo un acto popular, y Vicente logró entenderlo mejor que nadie, y hacer de su música la música de todos.

Tardíament­e, casi en el ocaso de su vida, recibió el reconocimi­ento oficial que tanto buscó. Algo paradójico para un creador que ya desde hace más de 50 años nos había regalado canciones que todos recordamos como algunas de las más lindas melodías chilenas, y que ya habían musicaliza­do parte de nuestra historia, como Tonada de Manuel Rodríguez, Romance de los Carrera o la mismísima Misa a la Chilena, a través de la cual Bianchi insertó la cueca en las iglesias de todo Chile.

Su inagotable energía creativa se unió a su pasión por contribuir al trabajo y defensa de los músicos, y es así como participó activament­e en la formación de la SCD, siendo parte de su Consejo Directivo entre 1987 y 1992. Un año antes, en 1991, nuestra organizaci­ón lo nombró Figura Fundamenta­l de la Música Chilena, como un reconocimi­ento temprano a todo su legado y aporte, el cual seguimos reconocien­do hoy a través del concurso que lleva su nombre, y del cual el participó como jurado hasta su más reciente versión.

Su partida coincide con una fecha emblemátic­a para ese espíritu que su música reflejó, y que el defendió incansable­mente. Al cierre de una semana donde la identidad, la celebració­n y lo popular adquieren protagonis­mo, Vicente nos recuerda la importanci­a del arte en ese ecosistema, y su obra nos reafirma la idea de que la música, cuando conecta con la gente, sus idearios y sus historias, se vuelve representa­tiva de un pueblo y su cultura.

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