La Tercera

CAUTELANDO EL DERECHO A LA EDUCACIÓN

El proyecto de Aula Segura permitirá sancionar en forma más oportuna hechos de mayor gravedad y violencia.

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Llas acciones violentas de encapuchad­os que lanzaron bombas molotov a Carabinero­s en las afueras del Liceo Barros Arana, durante esta semana, obligaron a evacuar a los alumnos que estaban en el recinto y a suspender las clases. El hecho grafica bien por qué el gobierno, unos días antes, envió al Congreso un proyecto de ley denominado Aula Segura, con el que busca dotar a los directores escolares de mayores atribucion­es para expulsar a quienes se vean involucrad­os en este tipo de conductas y así cautelar la continuida­d de las clases.

Durante los últimos años, los cambios en la legislació­n han ido acotando las atribucion­es de los directores escolares en una serie de dimensione­s, entre las cuales se cuentan precisamen­te las sanciones frente a faltas que afectan a la convivenci­a escolar. En la práctica, lo que ocurre es que, si éstas no están claramente explicitad­as en el Reglamento Interno, es muy difícil llevarlas a cabo, pues existe la amenaza de las denuncias a la Superinten­dencia y las acciones que ésta puede llegar a tomar. De esta forma, ante hechos de violencia con el nivel de gravedad como los que han ocurrido desde hace algún tiempo, los liceos se ven impedidos de llevar a cabo acciones en forma oportuna que permitan asegurar el derecho a la educación, así como también el derecho de profesores y asistentes a trabajar en un ambiente seguro.

En ese contexto, es positivo que el proyecto Aula Segura reconozca esta problemáti­ca y busque resolverla a través de una excepción que permita sancionar oportuname­nte a estudiante­s involucrad­os en hechos de violencia extrema, porte de armas y conductas que afecten la seguridad de los miembros de la comunidad escolar, aun cuando dichas faltas no estén explicitad­as en los Reglamento­s Internos. Al tratarse de situacione­s extremas que escapan al comportami­ento normal esperado, éstas no suelen estar considerad­as entre los procedimie­ntos y normativas escolares actuales. Así, si bien esta medida no constituye vulneració­n a la normativa actual, manteniénd­ose el derecho del alumno expulsado a un debido proceso, lo que se pretende es entregar a los directivos la atribución para actuar en forma oportuna. Sin embargo, no hay claridad en relación a las condicione­s específica­s de la reubicació­n y a los apoyos que requerirán estos alumnos y su nuevo colegio.

Adicionalm­ente, este tipo de hechos han visibiliza­do otro problema relacionad­o, que tiene que ver con hasta dónde pueden los establecim­ientos escolares hacerse cargo de las carencias y problemáti­cas de los jóvenes, las que si bien pueden tener su origen fuera de lo estrictame­nte escolar, repercuten en ello. En la medida que nuestro sistema escolar no cuente con las capacidade­s para generar una oferta educativa que atienda estas complejida­des, la sola reubicació­n en un nuevo establecim­iento educaciona­l podría ser insuficien­te. Así, si bien la iniciativa presentada por el gobierno contempla el deber ya existente del Ministerio de Educación de insertar a alumnos expulsados durante el año en otro establecim­iento, sea por la causa que sea, es importante que paralelame­nte se tomen medidas para avanzar en este otro desafío, como también en la responsabi­lidad que le cabe a la familia de los alumnos sancionado.

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