La Tercera

La libre determinac­ión de los pueblos

- Felipe Kast Senador

El concepto de autodeterm­inación de los pueblos parte con el derecho “de los aborígenes a disponer de su propio territorio y de su gobierno” (Francisco de Vittoria, 1539) y se consolida con las revolucion­es en Inglaterra, Estados Unidos y Francia, todas basadas en ideas liberales de la Ilustració­n. La libre determinac­ión se concibe como el derecho de las colonias a la liberación (incluso por la fuerza), algo en lo que coincidirí­an Lenin y Woodrow Wilson.

El mismo principio se explicita en la Carta de las Nacionales Unidas (promovido en 1945 por la extinta Unión Soviética) y, aunque no se explicita en la Declaració­n Universal de los Derechos Humanos, se estableció el derecho a la libre determinac­ión como requisito para disfrutar plenamente de los derechos humanos. También por influencia soviética, la Asamblea General de la ONU adoptó una resolución en diciembre de 1960, que afirma: “Todos los pueblos tienen el derecho de libre determinac­ión; en virtud de este derecho, determinan libremente su condición política y persiguen libremente su desarrollo económico, social y cultural.”

Este noble principio, que dio sustento a las revolucion­es sociales que abrieron paso a la era moderna, pretende ahora usarse para validar sistemas que destruyen los derechos inalienabl­es con que cada individuo nace. Sería el principio que le permite a los autócratas de Cuba decidir que todo cubano que quiera actuar en política debe hacerlo dentro del Partido Comunista, o ser considerad­o un traidor. O en Nicaragua y Venezuela limitar las libertades, como si sus ciudadanos hubieran firmado un contrato de esclavitud voluntaria. Igual que tendríamos por inválido tal contrato de esclavitud voluntaria, inválido debe considerar­se un sistema que bajo el principio de libre determinac­ión decide violar derechos humanos.

El derecho a determinar la condición política de un país no es el derecho de un grupo, aunque sea mayoritari­o, a oprimir, subyugar, acallar o limitar al resto. Tal es mi convicción, el único sistema compatible con la libre determinac­ión en la era moderna es el de una democracia real. Una democracia que gobierne a ciudadanos, no a súbditos.

Por esta razón es relevante la demanda contra Venezuela de los presidente­s de Chile, Argentina, Colombia, Paraguay, Perú y Canadá, ante la Corte Penal Internacio­nal (CPI), pidiendo investigar los presuntos crímenes de lesa humanidad. Es un primer paso, pero claramente insuficien­te.

No existen soluciones mágicas, pero al menos debemos partir por reconocer que la libre determinac­ión de los pueblos no puede ser la excusa para validar la violación sistemátic­a de los DD.HH. y civiles.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Chile