La Tercera

Brasil, ¿entre el cáncer y el Sida?

- Por Álvaro Vargas Llosa Escritor y periodista peruano

Apoco más de una semana de las elecciones presidenci­ales, Brasil se debate entre dos opciones peligrosas: el populista de derecha Jair Bolsonaro, cuyo avance tras el atentado que sufrió se ha detenido por debajo del 30%, y el heredero de Lula, Fernando Haddad, imputado por corrupción y ahora en segundo lugar con más de 20%. Atrás va quedando la posibilida­d de que ingrese al balotaje una candidatur­a que reúna estas tres condicione­s: lealtad a la democracia liberal, garantías éticas y una visión clara sobre la necesidad de reformar el sofocante Estado brasileño.

Bolsonaro tiene más rechazo (46%) que simpatías, pero las que tiene son intensas y se centran tanto en un sector evangélico fanatizado como en quienes añoran una mayor presencia militar en la política. Su candidato a Vicepresid­ente, Antonio Hamilton Mourao, ha propuesto que una nueva Constituci­ón redactada por un consejo de notables y ha hablado de situacione­s que justifican un “autogolpe”. Él es un militar retirado, pero otros que están en funciones, como el comandante del Ejército, el general Eduardo Vilas Boas, no pierden ocasión de emitir opiniones políticas que apuntan a un rol de los cuarteles en asuntos de civiles. Todo esto –y la actitud hostil de Bolsonaro contra ciertas minorías, así como las frases machistas que adornan su trayectori­a- han asustado a muchos brasileños, y en particular a muchas brasileñas (un grupo de mujeres ha recogido más de un millón de firmas contra él).

Pero lo que hay al otro lado es muy poco apetecible. Como si el Partido de los Trabajador­es no hubiera sido el epicentro de la más vasta corrupción de la historia moderna de Brasil y como si las institucio­nes no estuvieran tan deslegitim­adas ante los ciudadanos en buena parte por ello, un hombre de Lula ha trepado por encima de las demás candidatur­as para disputarle la Presidenci­a a Bolsonaro. Haddad no representa hoy una promesa de higiene moral en el PT sino lo contrario: además de justificar los negros años laboristas, él mismo ha sido imputado: los fiscales lo acusan de haber recibido un soborno indirecto cuando la constructo­ra UTC Participaç­oes pagó sus deudas de campaña siendo él alcalde de Sao Paulo hace seis años.

Candidatur­as que encarnan cosas más sensatas desde el punto de vista ideológico, como la de Geraldo Alckmin en la centrodere­cha, o más éticamente solventes, como la de Ciro Gomes en la centroizqu­ierda, están rezagadas, aquél más que éste. Es una tragedia que Brasil esté a punto de producir una segunda vuelta con dos populistas a los que separan muchas cosas, pero que tienen en común el obstáculo que representa­n para que su país pueda dejar atrás lo que se ha convertido en un laberinto sin hilo de Ariadna. Bolsonaro atenta contra la democracia porque desprecia sus valores y limitacion­es; Haddad atenta contra ella porque encabeza a la agrupación que más ha hecho para difuminar la frontera entre el Estado y los intereses particular­es, y para convertir las institucio­nes en un instrument­o clientelis­ta.

Todavía quedan unos días y todo puede suceder, desde que se revierta la tendencia de los últimos meses, en el caso de Bolsonaro, ahora que ella se ha detenido, hasta que, ya sea desde la centroizqu­ierda o la centrodere­cha, alguien desborde a Haddad a último momento como reacción a la posibilida­d real de tener que votar por el PT para frenar al populista de derecha en el “ballotage”.

Pero admitamos que la cosa pinta cada vez peor en el país más importante de América Latina.

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► Jair Bolsonaro en Porto Alegre, el pasado 30 de agosto.

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