El híbrido Saavedra
Por séptimo encuentro consecutivo, el joven volante de 19 años será titular en la UC. El jugador que con 13 años desató una auténtica guerra entre los dos equipos que mañana se miden en San Carlos, disputa su primer partido grande. El metrónomo perfecto. El híbrido albo y cruzado. El hombre que supo esperar.
Tiene apenas 19 años y tan solo 56 días de experiencia en el fútbol profesional, pero la de Ignacio Saavedra no puede ser considerada, en modo alguno, una historia de precocidad. Es, más bien, todo lo contrario, el fruto perfecto de una espera paciente a una edad en la que cuesta tanto esperar. Porque es cierto que la sólida irrupción del volante de contención cruzado en la oncena titular de Beñat San José ha llamado la atención de muchos -solventando, de paso, todas las urgencias que atravesaba la UC para cumplir con la regla de minutos de los juveniles-, pero no es menos cierto que su promoción al plantel adulto del conjunto de la franja es solo el resultado de un proceso tan lógico como natural. Y se diría que incluso tardío.
Y es que resultaría sesgado tildar de novedosa o sorprendente la promoción al plantel adulto de un jugador clave en la Sub 17 de Ponce y en la Sub 20 de Robles, que ya había entrenado con el primer equipo de Salas, que había sido sparring de la Roja de Sampaoli y Pizzi, por el que el Manchester City había preguntado en 2015 y cuyo traspaso –irónicamente de Colo Colo a la UC- hace seis años todavía escuece en Macul. Porque es pronto aún para Saavedra, pero muy tarde ya para ver en él a un juvenil con minutos en Primera por azar, norma o capricho.
Es el oriundo de Huechuraba, nacido en Santiago el 12 de enero de 1999, un futbolista que vino de abajo, concretamente de Tunca Abajo, la pequeña localidad de San Vicente de Tagua Tagua donde se hallan su raíces familiares. Las otras, las futbolísticas, hay que buscarlas curiosamente en las series menores de Colo Colo, el rival mañana de la UC y el equipo en el que el centrocampista comenzó su formación como jugador.
Aterrizó allí a los seis años y se marchó, por decisión fa- miliar, teniendo 13, en un traspaso -aseguran- “con carácter de riña”, en el que ninguno de los dos clubes involucrados quiere ahondar ahora. Un mestizaje formativo que terminó, sin embargo, por convertir a Saavedra (a quien en las menores de Colo Colo apodaban, quizás premonitoriamente, Buonanotte) en un jugador más completo, en un híbrido casi excepcional.
“Era un futbolista con unas características que estaban mezcladas, porque sus inicios habían sido en Colo Colo. Tenía mucha agresividad, tenía juego aéreo y por otro lado tenía todo lo que tiene un volante de contención que se forma en la Católica, el buen pase, el buen pie”, comienza a explicar, a propósito de las condiciones de su ex pupilo, Miguel Ponce, hoy técnico de Deportes Temuco, pero hace apenas tres años DT de la selección chilena Sub 17 que alcanzó, con Ignacio como parte fundamental de la columna vertebral del equipo, los octavos de final de su Mundial. Fue aquella la primera experiencia internacional de envergadura del volante. Pero no sería la última.
“Ignacio ha tenido un proceso muy largo con nosotros y hoy está viviendo algo que él ha trabajado permanentemente. Porque es un jugador muy esforzado, profesional al 100%, pero también un joven que hace tres o cuatro meses estaba trabajando en el anonimato, sabiendo todo el fútbol joven y la Selección el gran proyecto que tenía Universidad Católica. Pero hay que esperar justo los momentos y a Ignacio le ha llegado su momento ahora”, manifiesta al respecto su otro seleccionador, Héctor Robles, el DT de la Sub 20 chilena con la que Nacho (en el papel de tercer capitán del equipo) consiguió alzarse con el oro sudamericano en junio de este mismo año.
Pero para entender mejor la carrera de largo recorrido (pese a su juventud) de Ignacio Saavedra, conviene remontarse algunos años en el tiempo y retroceder hasta la toma de su primera decisión importante para su porvenir profesional, su traslado voluntario a la residencia Sergio Livingstone de Universidad Católica, un lugar en el
que, por razones obvias, se hospedan los juveniles de proyección llegados de regiones, pero en el que no es tan común que pasen sus días niños nacidos en la capital. “Él era un niño súper convencido, que tomó la decisión muy pronto, junto a su familia, de que quería ser futbolista profesional. Y hay mucho esfuerzo de por medio en su historia. También mucha soledad. Porque Nacho, siendo de Santiago y teniendo una familia muy bien constituida, tomó la decisión de irse a San Carlos a vivir solo. Eso dice mucho de él. El resto fue su convicción”, subraya Ponce.
El pasado 4 de agosto, Beñat San José ordenó el debut en el profesionalismo de Saavedra, alineándolo como titular en el triunfo por 2-1 ante Everton, en San Carlos. Y el juvenil no volvió a salir nun- ca del equipo. Seis encuentros ligueros después (todos ellos de titular) Saavedra acumula ya 498 minutos en Primera, con un aporte trascendental desde lo colectivo y fácilmente constatable desde lo numérico.
El volante, que ha ganado un 85% de los duelos disputados en su faceta recuperadora, es además el futbolista de la UC con mayor precisión en los pases (nada menos que un 90,3%), y el segundo (superado sólo por Aued (65) en volumen total, con un promedio de 62 pases por partido. Unos números que hablan de su extraordinaria incidencia en el juego del equipo, que lo convierten en una suerte de crupier del juego corto cruzado y que justifican ese sobrenombre, ganado a pulso, de Busquets de la precordillera.
“Nacho es un jugador que siempre está priorizando lo colectivo sobre lo individual”, resalta Robles. “Es complicado tener en ese lugar de la cancha a un jugador joven que tenga esa estadística, porque quiere decir que quiere jugarla y que tiene la personalidad para pedir la pelota. Él es un tremendo profesional, muy apasionado, pero que fue también muy paciente, que supo esperar, que supo prepararse. Y hoy tiene todo lo necesario para ser titular en un clásico”, culmina Ponce.
Mañana, ante Colo Colo, Ignacio Saavedra disputará su primer partido grande, obligado, presumiblemente, a convertirse además en el antídoto contra el Mago. Enfrente estará el equipo en el que un día comenzó su formación. Y ante el que puede vivir ahora su jornada consagratoria.