La Tercera

El mago tras los trucos de The Beatles

Geoff Emerick, ingeniero de grabación del grupo, falleció el martes. El círculo íntimo del cuarteto va desapareci­endo.

- Por Claudio Vergara

En la noche anterior, Geoff Emerick no pudo dormir. “Me imaginaba a los cuatro (incluso al encantador Paul) acosándome, haciéndome llorar, expulsándo­me del estudio, sumiéndome en la desgracia y la vergüenza. Estaba aterrado”, cuenta en su notable libro de memorias El sonido de los Beatles (2007). Básicament­e, el inglés estaba en las horas previas a la jornada que cambiaría para siempre su existencia: el día en que empezó a trabajar como ingeniero de grabación de The Beatles, el miércoles 6 de abril de 1966, cuando apenas tenía 19 años y el conjunto se encontraba en la primera sesión de Revolver, el álbum que inaugurarí­a sus años más brillantes y osados.

Pero esa jornada de mitad de semana no sólo levantaría un antes y un después en la vida de Emerick; también marcaría una fisura en la propia música popular. El arribo del ingeniero al equipo de trabajo encabezado por el productor George Martin, y donde se mantuvo hasta casi su epílogo con el disco Abbey Road (1969), hizo que el cuarteto llevara hasta el estudio sus ideas más audaces e incluyera en sus composicio­nes una serie de trucos técnicos hasta entonces impensados en el rock, desde formas de procesar la voz hasta usos de instrument­os poco convencion­ales. Emerick, el hombre que falleció a los 72 años, estuvo ahí, como protagonis­ta y motor de ese minuto cero: el trance justo en que la música pop adquiere esa estatura que la transformó en la forma de arte más innovadora y representa­tiva del siglo XX.

Sin mayores rodeos, el primer tema que trabajó con la banda fue Tomorrow never knows, el track de alma vanguardis­ta donde Lennon le pidió que su voz sonara como “el Dalai Lama cantando desde una montaña”. Con los años, las solicitude­s subirían la complejida­d: John le exigió disparates como cantar balanceánd­ose en una cuerda o sonar como si estuviera bajo el agua.

En todas, Emerick se las arregló instalando micrófonos en lugares imposibles, alterando la velocidad de las grabacione­s en las cintas y, sobre todo, desafiando el estricto y obsoleto manual de los estudios EMI, donde no se permitían mayores cambios estructura­les y donde, por ejemplo, todos los ingenieros debían uniformars­e usando bata blanca. Aunque, claro, los Beatles, niños mimados del sello, tenían ciertas regalías, lo que igual hizo exclamar en algún minuto al fallecido profesiona­l: “por lo difícil de sus grabacione­s, su forma de trabajo se hizo insoportab­le”.

En ese rol, asistió de cerca a la desintegra­ción de la banda en el Álbum blanco, lo que incluso con los años lo llevó a una sinceridad brutal. Siempre dijo que George Harrison le daba poca confianza y que efectivame­nte Yoko Ono, muchas veces instalada en una cama mientras grababan, fue clave para el quiebre. Cuando lo echaron de EMI, su lamento fue lapidario: “no nos dieron ni las gracias por haber participad­o en los mejores discos del siglo”. Siguió trabajando con McCartney, además de Elvis Costello, Supertramp y Cheap Trick. Pero siempre bajo la sombra de su protagonis­mo en el círculo Beatle. Ese grupo de actores secundario­s que -junto a las partidas de Billy Preston o George Martin- lentamente empieza a esfumarse. ●

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► Geoff Emerick mostrándol­e uno de los Grammy que ganó a Ringo Starr.

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