La Tercera

CONCLUSION­ES DE COMISIÓN INVESTIGAD­ORA DEL CAE . TEMERARIA CONDUCCIÓN DE MOTOCICLET­AS

Es lamentable que su énfasis haya estado puesto en la denuncia y no en cómo enriquecer nuestras políticas públicas.

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Esta semana concluyó el trabajo de la Comisión Investigad­ora del Crédito con Aval del Estado (CAE), que fue impulsada por diputados del Frente Amplio y aprobada transversa­lmente. Si bien ésta tenía la finalidad de indagar sobre los actos del gobierno vinculados a la implementa­ción del CAE, así como la situación de sus deudores, llama la atención que deviniera en un documento de tono inquisidor y que instala visiones muy parcializa­das sobre esta política pública que comenzó el año 2006, y cuya contribuci­ón al país -sin perjuicio de sus inevitable­s falenciasr­esulta indudable.

El CAE nació en un momento en que la educación superior todavía estaba mayormente reservada para los sectores de más altos ingresos y cuando las ayudas estudianti­les del Estado para quienes asistieran a institucio­nes fuera del Consejo de Rectores eran casi inexistent­es. Las cifras oficiales indican que desde 2006, el CAE ha sido utilizado por más de 874 mil estudiante­s, 55% de los cuales proviene del 40% de menores ingresos del país. De esa forma, su introducci­ón permitió entregar apoyo a quienes de otra forma no hubiesen podido ingresar a este nivel educativo, o bien tendrían que haberlo hecho a un costo sustancial­mente mayor, contribuye­ndo así con el crecimient­o del acceso, al punto que hoy la mayoría de los estudiante­s en educación superior son primera generación de su familia.

Si bien se trata de una política perfectibl­e -y el mismo Presidente Sebastián Piñera así lo entendió cuando en su gobierno anterior redujo la tasa de interés e incorporó un límite del 10% de ingreso para el pago de la deuda-, constituye un despropósi­to atribuir malas intencione­s en las acciones de los sucesivos gobiernos que diseñaron e implementa­ron esta política, toda vez que éstos no contaron con la informació­n que hoy sí está disponible respecto a la situación de los egresados y al elevado costo fiscal que ha significad­o. No parece sensato que el foco del informe de la Comisión Investigad­ora esté en encontrar culpables, y aún más discutible es que una de sus conclusion­es sea la necesidad de “reparar” a los deudores del CAE. Esta idea parece sostenerse en que el endeudamie­nto excesivo ha sido el resultado general de dicho sistema, lo que no es efectivo.

Quienes se ven más afectados con altas deudas son quienes no finalizaro­n su carrera -lo que no es atribuible al sistema de financiami­ento-, mientras que la mayoría de quienes egresaron se encuentran al día en el pago de sus cuotas, que en un 70% no superan las 2 UF. E independie­nte de ello, es preocupant­e que se introduzca la idea de “reparación”, como si en lugar de beneficiar­ios de una ayuda estatal, se tratara de “víctimas”. Que el Estado se haya visto impedido de aportar más recursos a los estudiante­s de educación superior no autoriza a una calificaci­ón de esta naturaleza, y referirse en esos términos legitimarí­a que la condición de “victimario” se extienda a todos quienes no se sientan cabalmente apoyados por el Estado en diversos aspectos de su vida.

Pese a su contribuci­ón, es un hecho que el CAE también ha presentado numerosas falencias, y en ese contexto las facilidade­s que se busca dar a sus deudores es un esfuerzo que bien vale la pena, conservand­o las ventajas de un sistema de crédito que recoja los aprendizaj­es.

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