¿Aliados?
Después del contundente triunfo jurídico que obtuviéramos en la Corte Internacional de Justicia, asumo la recomendación prudente de expertos en el tema, y luego de felicitar a los principales sostenedores de la defensa y de felicitarme como ciudadano, vamos a otros temas y dejemos hablando solo al contumaz contradictor.
Algunos dirigentes de la DC han manifestado su legítima inquietud por la posibilidad de que la DC quede aislada luego de que la directiva del PR decidió establecer una coordinación permanente con el PS y el PPD. No debería ser esa la principal preocupación de la DC, sino cómo recupera fuerzas, y por lo tanto autoridad ante el país. En otras palabras, no puede andar buscando aliados como si en eso se jugara la vida, como si tuviera que aceptar cualquier precio para que la dejen participar en algún bloque.
Sabemos que en 2020 vendrán las elecciones municipales y regionales, pero eso no puede significar que la acción partidaria se reduzca a hacer cálculos y combinaciones para enfrentarlas. El asunto fundamental es hacer política hoy sobre la base de una línea propia, con propuestas respecto de los debates en curso. La DC tiene que volver a ganarse el respeto de los ciudadanos, y ello exige en primer lugar que se respete a sí misma. Necesita recuperar votación sin duda, pero sobre todo autoestima, porque eso fue lo que perdió en los años en que no fue capaz de defender su autonomía con la debida energía.
Los democratacristianos deberíamos haber quedado vacunados de las alianzas en que los supuestos socios nos piden demostraciones de buena conducta desde la óptica del progresismo ruidoso, que en realidad es concomitante con el populismo. Me refiero, por ejemplo, a los grupos que levantaron la consigna demagógica de “Mar para Bolivia”, y que ahora se hacen los desentendidos. O a los que hace un par de años pedían un plebiscito urgente a la Presidenta Bachelet para elegir enseguida una Asamblea Constituyente. ¿Qué habría pasado si les hubiéramos hecho caso?
Soy partidario de que la DC dialogue con todos los sectores de la sociedad, pero naturalmente sin disfrazarse. Tenemos señas de identidad históricas, y yo por lo menos estoy orgulloso de esa historia. Estamos recordando los 30 años del No, y ese gran momento es imposible de imaginar sin el aporte de la DC, sin la contribución de Aylwin, Boeninger, Valdés, Arriagada, Zaldívar y muchos otros, artífices de la unión de las fuerzas antidictatoriales para avanzar hacia la democracia.
De manera natural, la DC debe entenderse hoy con las corrientes socialdemócratas para crear una plataforma de acción unitaria que, desde la oposición, contribuya al progreso del país. Pero lo primero es que acreciente su propia fuerza, recupere la voz, tonifique sus filas y actúe con independencia. La DC debe hablarle a la sociedad en su conjunto, no a las cúpulas de los partidos, y ofrecer una vía de expresión a mucha gente que quiere que el país marche por la senda del crecimiento económico y la inclusión social, que quiere reformas que mejoren las cosas en la salud, la educación, la seguridad, la previsión, y todo eso perfeccionando la democracia.
Creo que se equivocan aquellos que han estado anunciando la decadencia definitiva de la DC. En realidad, ese es su deseo. El partido ha resistido duras pruebas y puede recuperarse. Aspiro a que los camaradas que se marginaron en algún momento puedan regresar al partido. Espero que sea así. Para ello, necesitamos que la DC profundice el rumbo que encarna hoy la directiva de Fuad Chahín con vistas a perfilar un partido que defienda con firmeza su propio espacio. Y en materia de aliados, tendremos los que valga el esfuerzo tener.