Temeraria conducción de motocicletas
El parque de motocicletas en Chile ha crecido sustancialmente en la última década -superando en la actualidad el medio millón de vehículos-, y las cifras de crecientes importaciones dan cuenta de un fenómeno que no se detendrá. Las ventajas de la moto son evidentes, pues además de requerir menor gasto en combustible, su facilidad de desplazamiento en ciudad permite a sus conductores importantes ahorros de tiempo.
Pero a la par de estas cifras, el número de accidentes en motos se ha incrementado en forma importante. Del total de fallecidos que registró este tipo de vehículo en 2017 -161, representando el 11% de todas las víctimas fatales en accidentes de tránsito según tipo de usuariola mayor parte se explica por la imprudencia del conductor, la pérdida de control y el exceso de velocidad; asimismo, la mayoría de los accidentados o fallecidos fueron jóvenes de entre 19 y 33 años. Aun cuando estos datos no son concluyentes, probablemente sugieren que hay mayor nivel de temeridad en motos.
A través de la simple observación diaria es fácil constatar que en las calles cada vez más proliferan motos, y es frecuente observar conductores sin medidas de seguridad elementales y serpenteando a alta velocidad entre los automóviles, lo que genera condiciones de alto riesgo para sí mismos y para el resto de los conductores. Es evidente que este tipo de conductas infringe gravemente las normas del tránsito, pero la escasa fiscalización que se observa en las calles potencia este irresponsable arrojo.
Las motocicletas deben ajustarse a las mismas normas y responsabilidades de cualquier tipo de vehículo, y sus usuarios no pueden pretender arrogarse privilegios y concederse atribuciones para un manejo descuidado o a exceso de velocidad, por el simple hecho de que se trate de vehículos más pequeños y maniobrables. Recientemente se han dictado nuevas normas sobre convivencia entre los distintos medios de transporte, permitiendo el adelantamiento de motos por el costado de los vehículos en la misma pista, pero con el único objetivo de llegar a la línea de detención y en la medida que el resto de los vehículos estén detenidos y se haga a velocidad moderada.
Siempre es preferible apelar a la responsabilidad y al deber cívico de respetar las normas del tránsito, pero si estas conductas temerarias y agresivas no muestran señales de disminución, la autoridad deberá procurar reforzar los controles o dictar normas más estrictas.