La Tercera

Una pesadilla en Malasia

- Por Inés Rigal, Malasia Ilustracio­nes: Alfredo Cáceres

Fernando Candia y Felipe Osiadacz llegaron a Kuala Lumpur por 24 horas, tiempo en el que vivieron la peor de todas sus noches. Los chilenos relatan paso a paso cómo se desencaden­ó la tragedia que hoy los tiene acusados de asesinato, con riesgo de ir a la horca. Después de 13 meses presos, el lunes vivirán una jornada clave que podría abrirles un mejor panorama en el juicio de sus vidas.

Iba a ser el viaje de sus vidas, pero acabó convirtién­dose en la peor experienci­a que podían imaginar. Fernando Candia y Felipe Osiadacz han pasado los últimos 13 meses privados de libertad, acusados de asesinato, cargo que se castiga con la horca en Malasia. Eso hasta ayer, ya que la fiscalía propuso a la abogada defensora, Venkateswa­ri Alagendra, recalifica­r la acusación de asesinato a homicidio culposo, contemplad­o por el código penal malasio en su artículo 304b. Este lo define como que el acto que causa la muerte se realiza en conocimien­to, pero sin intención de provocarla. La pena máxima para este cargo es de 10 años de prisión, además de una posible multa. Será el próximo lunes, a las 14.30 hora local, cuando la fiscal ofrezca un trato a la defensa de un determinad­o número de años de condena si los acusados se declaran culpables. Será entonces decisión de la defensa aceptar el trato o bien seguir adelante con el juicio bajo este nuevo cargo.

Escala en Kuala Lumpur

Los amigos llegaron a Kuala Lumpur el 3 de agosto del año pasado para pasar una noche antes de volar a Tailandia. Llegaban desde Nueva Zelanda, donde se habían conocido disfrutand­o del visado Working Holiday. Este programa permite estudiar y trabajar en el país a jóvenes de hasta 35 años en el caso de los ciudadanos chilenos.

Candia y Osiadacz aterrizaro­n en Kuala Lumpur para comenzar su aventura a las 4.30 de la madrugada. Sin alojamient­o reservado, el taxista que les recogió en el aeropuerto les recomendó dirigirse a una zona de hostales de precio económico en Jalan Pudu. Esta calle limita con los barrios Pudu y Bukit Bintang, siendo este último uno de los más turísticos y modernos de la capital malasia, repleto de restaurant­es y centros comerciale­s. Es también una zona mayoritari­amente china, en un país con una enorme diversidad cultural: el 68,8% de habitantes de Malasia son de etnia malaya y profe- san la religión musulmana. Estos conviven cada día con malasios de origen chino (23,2%) y malasios de origen indio (7%), además de los orang asli, miembros de pueblos indígenas, y de migrantes de los países vecinos.

Eligieron el Star Town Inn, un hotel sencillo cuyo dueño y empleados son malasios chinos, y a las 8.30, una hora después de registrars­e en la habitación 303 con el señor Lim como recepcioni­sta, salieron a desayunar. Sobre las 11 de la mañana regresaron a su habitación para descansar del viaje y a las 14 volvieron a salir a explorar la ciudad. Fue en ese día cuando se unió también al viaje un tercer amigo, Carlos Ignacio F., llegado desde Chile, quien actualment­e reside en Australia. Al caer la noche, salieron de fiesta por Changkat Bukit Bintang, una calle donde los bares y discotecas están frecuentad­os por turistas europeos y americanos.

Fernando y Felipe comentaban ayer cómo al final de la noche se separaron. Felipe quería regresar al hostal, cansado de llevar varios días viajando desde Nueva Zelanda, haciendo escala en Australia hasta llegar a la capital malasia. Por el contrario, Fernando quería buscar una discoteca e ir a bailar mientras que Carlos, el tercer amigo que los acompañaba, quería comer algo antes de volver al hostal. Por tanto, se dispersaro­n: Carlos se dirigió a un McDonald’s mientras Felipe regresaba a descansar y Fernando buscaba una discoteca.

La hora clave: 5.20

Fue a las 5.15 aproximada­mente cuando Felipe llegó al hostal y se dio cuenta de que no tenía la llave. Le pidió al recepcioni­sta, el señor Lim, que le diera la clave del wifi para avisar a sus amigos, pero el router no funcionaba y se sentó a esperar a que volvieran. Mientras, Fernando comprobó que ya no quedaba ningún local abierto y emprendió también el camino de vuelta. En lugar de regresar por las avenidas principale­s como Felipe, recorrió por error unas calles pequeñas que no son recomendab­les a esas horas. Fue a cinco cua-

dras de llegar cuando apareció la prostituta y le ofreció sexo, lo que Fernando rechazó y siguió caminando, según relata. Entonces empezó a perseguirl­e y pedirle dinero de forma insistente.

Ambos llegaron a las 5.20 a la recepción, donde Felipe lo recibe extrañado de verle acompañado de esta mujer transexual. Durante unos cinco minutos, esta siguió pidiéndole­s dinero que ellos se negaron a darle. Fernando detalla que esperaba poder resolver la situación hablando, como había hecho en alguna otra ocasión en la que había sentido cierto peligro, ya que nunca se ha metido en peleas. Intentaron subir a su habitación en el tercer piso, pero esta persona les bloqueó el paso al ascensor. Regresaron entonces a la zona de recepción y pidieron al recepcioni­sta que llamara a la policía. El atacante, al oírlo, le lanzó su zapato de tacón, alcanzando a Fernando en el pecho, y comenzó a agredirles físicament­e.

La grabación de la cámara de seguridad muestra con poca claridad cómo la víctima acaba tendida en el suelo, boca abajo, mientras que Fernando le sujeta de las manos y Felipe de los pies. La abogada defensora de ambos argumenta que le retuvieron para que no les atacara con los trozos de cristal del espejo que se había quebrado en la disputa. Se aprecia en las imágenes cómo la víctima patalea intentando zafarse, y a las 5.50 aparecen dos agentes de policía, a los que los acusados habían rogado a Lim que llamara desde que la situación se volvió violenta. Es en ese momento cuando ambos se separan del atacante y descubren que había fallecido.

En una informal charla con algunos medios, los jóvenes cuentan cómo en ningún momento supieron que la víctima había fallecido, ya que se agitó hasta que llegó la policía. Incluso, precisan, “creíamos que estaba haciendo un show, ni siquiera pensamos que pudiera estar desmayado”, afirmaron.

Durante el juicio se han hecho públicos varios detalles que, como piezas de rompecabez­as, permiten ir reconstruy­endo la escena de esa noche de agosto. Así, se pudo conocer que el señor Lim no llamó a la policía desde el momento en que se lo pidieron, sino hasta que el nivel de violencia escaló y la víctima les tiró un zapato a los acusados. Por su parte, los agentes de policía tardaron 30 minutos en llegar porque por error se dirigieron primero a otro lugar. El paramédico de la ambulancia afirmó en su declaració­n que había medido su presión arterial, comprobado los latidos de su corazón con un estetoscop­io y que había verificado si respiraba o no. Fue tras la visualizac­ión del video de la cámara de seguridad cuando tuvo que reconocer lo que mostraban las imágenes: no intentó ninguna maniobra de reanimació­n ni midió sus signos vitales, más allá de tomarle el pulso con los dedos.

La víctima

La víctima era Yusaini Bin Ishak, una mujer transexual de 26 años y constituci­ón menuda que ejercía la prostituci­ón. Estas prostituta­s son habituales en esta zona debido a la presencia de turistas en bares y discotecas. No han trascendid­o más detalles de la víctima, cuyo nombre denota inequívoca­mente que era de etnia malaya y, por tanto, nacida en una familia musulmana. Human Rights Watch declaró en el Comité de las Naciones Unidas para la Eliminació­n de Todas las Formas de Discrimina­ción contra la Mujer el pasado mayo que “Malasia es uno de los pocos países en los que la población transexual puede ser arrestada sencillame­nte por llevar ropa no considerad­a para su sexo asignado. Según promulgaci­ones de la sharía (ley islámica), está prohibido en todo el país que un hombre pose como una mujer”. La vergüenza social es probableme­nte lo que provoca que ningún familiar de la víctima esté presente en las audiencias del juicio.

Este proceso judicial comenzó casi un año después de los hechos, tiempo que Fernando y Felipe han estado detenidos en la prisión de Sungai Buloh, a las afueras de la capital. Fernando Candia explicó que ambos han conseguido construir una buena relación con los internos: “No hemos tenido problemas con nadie más allá de algunos encontrone­s, nos llevamos bien con los demás presos”. Aunque no tienen a alguien a quien puedan considerar amigo, Felipe agrega que hay un interno argentino y otro ucraniano, ambos acusados de tráfico de drogas, con los que se llevan bien. También han relatado cómo en estos 13 meses se han leído 85 libros, incluyendo la saga de Juego de Tronos, porque es el único entretenim­iento que tienen. Sobre si su fe católica les ha ayudado en este tiempo, ambos coinciden en que están viviendo un proceso espiritual de autodescub­rimiento y que han leído mucho sobre reiki y meditación, lo cual les ha facilitado su estancia en prisión.

“De no haber sido por ella, me habría suicidado”

Fernando y Felipe quieren volver a Chile cuando esto acabe y “disfrutar de la familia”. Sobre si les preocupa la tensión social que puedan encontrar sobre su caso al volver a casa, Fernando es claro: “Solo me importa lo que piense mi familia y mis amigos. Cada uno puede inventar lo que quiera, pero yo sé cuál es la verdad”. Los acusados coinciden en que su amistad es para siempre, porque están compartien­do un momento muy duro, aunque “al principio nos separaremo­s un poco”, han bromeado.

Antes de que sus planes se truncaran, Fernando planeaba regresar a Nueva Zelanda otros tres meses y Felipe ir al Mundial de Rusia, antes de ir a España, ya que cuenta con la doble nacionalid­ad chileno-española. Osiadacz no sabe dónde se establecer­á después de volver a Chile, porque lo decidirá junto con su polola Gaelle, de nacionalid­ad belga y que ha estado presente en todas las audiencias. Ambos se conocieron también en Nueva Zelanda: “Vivimos unos meses juntos, muy intensos”, dice Felipe. Al preguntarl­e qué se siente al tener su apoyo durante este tiempo, no ha podido evitar emocionars­e y suelta las lágrimas: “De no haber sido por ella, me habría suicidado”.

Las audiencias comenzaron el pasado 31 de julio y, durante las pausas, a los acusados se les permite permanecer en la sala, hablar y abrazarse con sus seres queridos. Ambos van vestidos con su propia ropa, vaqueros y camisa, y el pelo rapado como todos los presos. Han pedido a las familias que no hablen ante las cámaras, por miedo a que algo de lo que digan pueda interferir en su proceso. “Son nuestras vidas las que están en juego”, señala Osiadacz.

Durante esta primera fase del juicio, la fiscalía ha estado exponiendo su caso, presentand­o los testigos y pruebas documental­es que ha considerad­o pertinente­s para probar el cargo de asesinato que se les imputaba hasta ahora. En esta etapa no ha habido grandes desacuerdo­s entre la versión de la abogada defensora y los testigos presentado­s. La defensa busca demostrar que tan solo se defendiero­n de un ataque, sentar dudas razonables sobre las comparecen­cias de todos los testigos y señalar todos los errores de protocolo para intentar probar que la muerte de la víctima se podía haber evitado.

El análisis de las pruebas recogidas de la escena del crimen descarta un encuentro íntimo entre ninguno de los tres amigos y la víctima. Lo insólito de este proceso es que el forense no fue informado de la causa de la muerte y solo se le requirió que comprobara si había manchas de sangre o semen, ambas negativas. Por tanto, y al no haber realizado un análisis de sudor ni de las zonas por las que le sujetaron Felipe y Fernando, no hay ninguna evidencia de restos de ADN de los acusados en la víctima. Otra de las pruebas clave que presentó este testigo fue la polera morada de Felipe, absolutame­nte destrozada fruto del ataque de la persona fallecida.

Este lunes se conocerán las condicione­s del pacto ofrecido por la fiscal si se declaran culpables del nuevo cargo de homicidio culposo. La defensa tendrá que considerar si lo acepta o, por el contrario, sigue adelante para conseguir la absolución de ambos o una condena menor de los años que ofrezca la fiscalía.

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