La Tercera

MAX COLODRO

- Max Colodro

Eugenio Tironi tiene razón: la victoria del No en el plebiscito de 1988 vino a sentenciar el fracaso de la política de Rebelión Popular impulsada por el PC desde comienzos de esa década. Pero hay algo que Tironi no dice: la decisión opositora de participar en el plebiscito también implicó el fin de la “vía pacífica” para derrocar a la dictadura. En efecto, en el transcurso de 1987 las fuerzas políticas contrarias al régimen se fueron resignando a que las protestas y la movilizaci­ón social (pacífica y violenta) no iban conseguir alterar el cronograma institucio­nal fijado en la Constituci­ón del 80; en simple, no había posibilida­des de derrocar a Pinochet y no quedaba entonces más alternativ­a que aceptar sus “reglas del juego” y tratar de removerlo del poder por la vía electoral.

El peso y las implicanci­as de esta dura realidad son el origen de muchas “singularid­ades” de nuestra transición a la democracia: una transición hecha en los marcos de una institucio­nalidad impuesta en dictadura, con senadores designados, comandante­s en jefe inamovible­s, sistema binominal, Consejo de Seguridad Nacional, y con Pinochet en la jefatura del Ejército por ocho años más, luego de lo cual podría disfrutar de un cargo de senador vitalicio. Si no consiguió terminar sus días en el Senado fue por efecto de decisiones tomadas por un juez español y autoridade­s inglesas, no una conquista del pueblo chileno.

Pero además, la imposibili­dad de derrocar a la dictadura dejó incólume su modelo económico, impidiendo incluso que las turbias privatizac­iones hechas en las postrimerí­as del régimen pudieran ser revisadas en democracia. En síntesis, la continuida­d institucio­nal y del “modelo” fueron el precio que hubo que pagar, cuando se acepta que no existe más alternativ­a para sacar a Pinochet del gobierno que el plebiscito establecid­o en su propia constituci­ón. Y los efectos de esta implacable verdad histórica se proyectan hasta el presente, por encima de ese “tupido velo” con que se quiso negarla o, al menos, disimularl­a. De algún modo, buena parte del “malestar” y de la desafecció­n que importante­s sectores de centroizqu­ierda sienten hoy hacia la transición tiene su origen en este factum. Que es precisamen­te el que se desencaden­a a partir de 2010, cuando la derecha vuelve al poder convertida en una mayoría democrátic­a, generando en no pocos concertaci­onistas la insólita tentación de lanzar toda su obra por la borda.

Si un segmento importante de la centroizqu­ierda todavía siente que el Chile de las últimas décadas –el país de la modernizac­ión capitalist­a- es en el fondo una herencia del régimen militar, ello es consecuenc­ia de una transición que se inicia con la incapacida­d de derrocar a Pinochet y de echar abajo su institucio­nalidad; una “derrota” que pudo luego ser sublimada por el triunfo en el plebiscito y por los notables avances generados durante de la transición, pero que a pesar de ello sigue teniendo efectos políticos treinta años después.

Sin ir más lejos, dos de los rasgos exhibidos por la centroizqu­ierda desde 2010: la tentación de renegar del Chile de la Concertaci­ón y de abrirse a delirios refundacio­nales, tienen su génesis en esta realidad dura, dolorosa y hasta ahora no asumida.

La continuida­d institucio­nal y del “modelo” fueron el precio a pagar al aceptar el plebiscito.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Chile