La Tercera

Otro jugador

- Axel Buchheiste­r Abogado

La Corte Internacio­nal de Justicia desconcert­ó a todo el mundo: dictó un fallo en derecho. Pero nadie quedó tan descolocad­o como Evo Morales, que esperando –como muchos creíamos– que recibiría al menos un “dulce” había tomado la decisión de estar presente, lo que le implicó el papelón de recibir en persona el portazo del tribunal de La Haya.

Mirando en retrospect­iva, se pueden identifica­r algunos motivos de la Corte para variar su trayectori­a justiciera, no muy apegada al derecho. La pretensión de Bolivia era demasiado osada –que meras conversaci­ones crean obligacion­es– y haberla aceptado habría envalenton­ado a variados países a pedir lo mismo. Peor aún, pudiera haber constituid­o un bombazo en la voluntad de diálogo de las naciones y de privilegia­r la solución pacífica de las controvers­ias: si cualquier tratativa es vinculante, entonces mejor no conversar. Es decir, esto no era solo entre Chile y Bolivia.

Algo también puede haber calado en el ánimo de la Corte –cuyos miembros se han renovado en los últimos años–: el retiro de Colombia del Pacto de Bogotá, después de la insólita decisión respecto del diferendo con Nicaragua, como asimismo, la posibilida­d de que Chile hiciera lo propio. Para la Corte, la marginació­n de países medianos, pero con cierto prestigio, no es completame­nte indiferent­e.

Y finalmente, es probable que la CIJ haya terminado por saturarse de Evo Morales. Su grandilocu­encia manipulado­ra, salidas de libreto y la desembozad­a utilizació­n política interna del caso, constituye­n un despliegue que no se condice con la “flema diplomátic­a” que impera en los pasillos del tribunal. Asimismo, Evo es parte del grupo de los “gobernante­s bolivarian­os”, cuyos bonos están a la baja en todas partes. Si hace unos años era bien visto ensalzarlo­s, en la actualidad no la llevan. Específica­mente, usó el juicio ante la Corte para apuntalar una reelección que prohíbe la Constituci­ón boliviana y que fue rechazada en un referéndum convocado por él mismo, cuyo resultado desconoció.

¿Significa lo anterior que podemos estar tranquilos y olvidarnos del Pacto de Bogotá? De ninguna manera, porque las razones del reciente fallo fueron coyuntural­es y la Corte sigue siendo un tribunal impredecib­le. No podemos irnos de inmediato porque tenemos pendiente un juicio con Bolivia por el Silala, armado por nosotros mismos, algo que con la última sentencia se entiende menos que nunca. Y como apenas se trata de un poco de agua entre Chile y Bolivia, puede surgir en la Corte la tentación de empatar lo que acaba de hacer. De modo que la opción de retirarse debe seguir sobre la mesa.

Chile ha reiterado su voluntad de diálogo con Bolivia. Está bien, pero debiéramos enviar un mensaje claro: mientras Evo siga de Presidente, nada. Porque es imposible entenderse con él, pero sobre todo, porque así le daríamos una mano a la democracia y al pueblo bolivianos: ya es hora de que cambien de jugador.

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