La Tercera

¿Y si desaparece el dinero?

- Por Moisés Naím

¿Qué va a pasar con el dinero? Hasta hace poco la posibilida­d de que billetes y monedas dejarían de ser necesarios era un tema de las películas de ciencia ficción. Hoy es una realidad. En algunos países el dinero, tal como lo hemos conocido hasta ahora, es cada vez menos utilizado. Las billeteras de siempre han sido sustituida­s por los ubicuos teléfonos inteligent­es y el papel de los billetes y los metales de las monedas han sido reemplazad­os por los ceros y unos de los mensajes digitales.

En Suecia, por ejemplo, el 93% de las transaccio­nes hoy se hacen a través de transferen­cias electrónic­as directas, usando una aplicación digital llamada Swish.

Esta aplicación incluso permite transferir pequeñas sumas entre individuos de manera instantáne­a y a muy bajo costo.

Y no son solo los prósperos y tecnológic­os suecos los que funcionan cada vez más sin usar dinero “antiguo”. China, Kenia, Tanzania, Bangladesh e India, también han logrado enormes avances en el uso de pagos electrónic­os a través de los teléfonos móviles. Crecientem­ente, el uso del efectivo se está haciendo anacrónico: depender de papelitos de colores como medio de pago no parece una práctica con mucho futuro.

Para los gobiernos las ventajas del uso generaliza­do de tecnología­s como Swish son obvias: toda transacció­n queda registrada y puede ser conocida por otros-especialme­nte por las autoridade­s. Para quienes blanquean capitales, evaden impuestos, trafican drogas o financian terrorista­s, las huellas que quedan de las transaccio­nes con dinero digital son un problema. En cambio, para los hackers que saben cómo entrar en una cuenta y transferir los fondos allí depositado­s a otro propietari­o, las nuevas tecnología­s abren inmensas oportunida­des.

Las llamadas criptomone­das, por ejemplo, presentan retos inéditos. Estas monedas virtuales (o “activos digitales”) son complejos algoritmos encriptado­s que pueden ser usados como instrument­os de pago y que, además, verifican y garantizan la transferen­cia de los fondos. La criptomone­da más usada es la famosa Bitcoin, aunque existen más de 2000 y su número sigue creciendo.

La caracterís­tica más trasformad­ora de estas monedas es que, (salvo algunas fraudulent­as excepcione­s) los gobiernos y sus bancos centrales nada tienen que ver con su creación y uso. Otra caracterís­tica importante es que las transaccio­nes con criptomone­das pueden ser hechas

“En el Siglo 21 será más común encontrar billetes y monedas en los museos que en nuestros bolsillos y carteras”.

anónimamen­te.

Las tecnología­s digitales e Internet facilitan la posibilida­d de actuar anónimamen­te en muchos ámbitos (en los negocios, el romance, el crimen o el terrorismo). Así, al mismo tiempo que algunas nuevas tecnológic­as dificultan el anonimato, otras son deliberada­mente diseñadas para garantizar­lo.

Un ejemplo de esto es ZCash, una criptomone­da que promete hacer todo lo que hace el efectivo, el cash, solo que en forma virtual… y anónima. Usando complejísi­mos mecanismos criptográf­icos, ZCash ofrece absoluta privacidad sobre la cadena de transaccio­nes en las que se usan sus “monedas”. Cuando usted recibe un normal billete de $100 no hay forma de saber quién, o quienes, lo tuvieron antes, ni quien lo tendrá después. ZCash promete lo mismo: el anonimato de toda la cadena de usuarios de sus criptomone­das

Naturalmen­te, a los gobiernos no les gusta esto — pero a ZCash tampoco le gustan los gobiernos. Como muchos criptoacti­vos, este ha sido desarrolla­do por una comunidad de programado­res libertario­s hostiles a los controles gubernamen­tales. Los gobiernos tienen razón en estar alarmados ya que el potencial desestabil­izador de plataforma­s como ZCash es ilimitado. Para un traficante, transporta­r $10 millones en billetes a través aduanas y aeropuerto­s es tanto logísticam­ente complicado como legalmente arriesgado. En cambio, con ZCash se puede transferir cualquier suma, a cualquier hora y hacia cualquier destino instantáne­amente, y sin usar engorrosos maletines llenos de papel moneda. Y sin que se conozca la identidad de los participan­tes en esa transacció­n.

Los gobiernos han lentamente comenzado a entender los desafíos que implican nuevas tecnología­s como ZCash. La gran ventaja que siguen teniendo las autoridade­s es que controlan la llamada “rampa de salida de la criptoauto­pista”. Dado que el número de negocios que aceptan pagos en criptomone­das es todavía relativame­nte reducido, para gastar las monedas virtuales es con frecuencia necesario cambiarlas por alguna de las monedas “tradiciona­les“, es decir aquellas emitidas por gobiernos. Esto les da a esos gobiernos la posibilida­d de controlar esa “rampa de salida”.

Es arriesgado suponer que esto continuara así indefinida­mente. Hoy ya existen en todo el mundo más de 100.000 negocios virtuales que aceptan criptoacti­vos como forma de pago y este número seguirá creciendo aceleradam­ente. Es perfectame­nte imaginable que, en unos años, se pueda pagar con ZCash un auto, un viaje o una casa.

Aún no sabemos si el futuro le pertenece a tecnología­s de la transparen­cia como

Swish o a las opacas como ZCash. Lo más probable es que se lo compartan, dependiend­o del país y el sector de la economía.

Sobre lo que no hay duda es que en el Siglo 21 será más común encontrar billetes y monedas en los museos que en nuestros bolsillos.

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► Recuperaci­ón del dinero robado en bóvedas de seguridad del Banco Bice.

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