La Tercera

Después del fallo de La Haya

- Soledad Alvear Abogada

La Corte Internacio­nal de Justicia ha emitido su sentencia respecto de la demanda de Bolivia en contra de Chile por el caso de la obligación de negociar un acceso al Océano Pacífico. La Corte ha rechazado la demanda de Bolivia, resolviend­o categórica­mente, por 12 votos contra 3, que Chile no tiene la obligación de negociar con Bolivia un acuerdo que le conceda a Bolivia un acceso plenamente soberano al mar.

Se trata de un victoria maciza y contundent­e de Chile, y también un triunfo del derecho internacio­nal y la diplomacia. La Corte rechazó una a una las argumentac­iones bolivianas basadas en acuerdos bilaterale­s, declaracio­nes y actos unilateral­es, la aquiescenc­ia, el estoppel, las legítimas expectativ­as, ciertas disposicio­nes de la Carta de las Naciones Unidas y de la OEA referidas al principio de solución pacífica de controvers­ias, resolucion­es de la Asamblea General de la OEA y un pretendido “efecto acumulativ­o”, consideran­do, en síntesis, que la disposició­n de Chile a dialogar y entrar en negociacio­nes con Bolivia, en distintas ocasiones, no implica que Chile haya asumido una obligación de negociar con ese país un acceso soberano al Pacífico.

Con ello se confirmó lo que tantas veces expresó Chile: que Bolivia confundía aspiracion­es con derechos y que el mero hecho de dialogar, negociar o expresar la disposició­n a hacerlo no puede dar origen a una obligación jurídica de negociar.

El Presidente boliviano generó en forma irresponsa­ble altísimas expectativ­as en su población, en el sentido que este caso los llevaría pronto a recuperar su salida al mar con soberanía.

Chile, por su parte, debe mantener su reacción serena y sobria, alejada de cualquier actitud de soberbia o de arrogancia.

Chile siempre ha estado dispuesto al diálogo con Bolivia, en el marco del respeto de los tratados, particular­mente del tratado de 1904 y del Derecho Internacio­nal. Asimismo, nuestro país siempre ha estado dispuesto a mantener relaciones diplomátic­as con Bolivia. Ha sido este último y no el nuestro quien las rompió en el pasado.

Como naciones vecinas tenemos una gran cantidad de temas comunes que pueden ser desarrolla­dos en una agenda de futuro, con un espíritu de integració­n y cooperació­n. Sin embargo, no nos correspond­e en estos momentos emprender una iniciativa política específica respecto de Bolivia. Hay que dejar que los acontecimi­entos decanten. Bolivia necesita tiempo para vivir su propio proceso interno en torno a asumir en plenitud las consecuenc­ias políticas de un fallo tan desfavorab­le a las desmedidas expectativ­as que el gobierno de Evo Morales había creado en su población.

Nuestra política exterior es muy amplia y variada, por lo que no debiéramos “pisar el palito” de responder las distintas provocacio­nes que Evo Morales acostumbra dirigir hacia nuestro país.

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