La Tercera

Las recetas mineras del Inca de Oro

Cabrito a la olla, trigo majado, chupe de charqui con papas gratinadas, charquicán minero y ajicao. Saboréese tranquilo. Un restorán, a 100 km de Copiapó, busca rescatar la tradición culinaria del pirquinero.

- Por Christián Palma, desde Copiapó

Acien kilómetros de Copiapó, en el pequeño pueblo minero de Inca de Oro, viven unas 400 personas. Es de esos lugares donde el tiempo se detuvo y los segundos pasan sin prisa, casi disculpánd­ose por tener que despertar a sus habitantes de la siesta. Aún mantiene una arquitectu­ra de principios del Siglo XX, caracteriz­ada por viviendas construida­s en base a adobe, madera y techos de zinc, las que se levantaron en tiempos en que brillaba de abundancia y desenfreno debido al boom de la minería, alcanzando los 2.300 habitantes, allá por en 1940.

De esos tiempos es la casa que alberga al restaurant­e El Pirquén, establecim­iento gastronómi­co que rescata no solo la comida típica de los mineros de esta región -aseguran que “dándole un toque gourmet” a los potentes platos-, sino que también apunta a desarrolla­r un turismo que no está desarrolla­do en Atacama: el culinario.

Cabrito a la olla, acompañado de trigo majado muy parecido al mote, junto con un guisado de verduras; chupe de charqui preparado con papas gratinadas, pan, leche, crema y queso; charquicán minero; aderezos de cochayuyo; platos a base de gallina o salchichón de burro y la carraca, una sopa de charqui de cabrito, parecido al ajiaco, son algunos de los manjares de una carta abundante y sabrosa, que hace honor a la ancestral y nutritiva dieta caracterís­tica de esta zona minera por antonomasi­a.

¿El objetivo? Que el minero pudiera trabajar harto.

Su propietari­o es Fidel Arancibia. Nacido y criado en Inca de Oro, a 100 km de Copiapó, lleva casi 15 años fomentando el turismo minero. “Confío en su potencial, por eso invertimos en este restaurant­e y en cabañas para los turistas, que poco a poco comienzan a visitarnos y a comprender y valorar las maravillas naturales y patrimonia­les que ofrece”, dice.

Explica, por ejemplo, que la carne y queso de cabra que ofrece es la misma que consumen las comunidade­s Colla de la zona, bus- cando respetar las tradicione­s culinarias de sus antepasado­s.

“Mi mamá era muy buena cocinera, tuvo cantinas de comida en algunas faenas mineras y yo trato de imitar sus recetas. Además, mi madrina les cocinaba a los gringos de El Salvador. Ambas aprendiero­n a preparar todos los productos típicos de esta zona y a conservarl­os en buen estado, tomando en cuenta que no habían refrigerad­ores como ahora. Cocinaban en un día las raciones para toda la semana”, recuerda Fidel.

Turnos y staff

En la actualidad trabaja por turnos y mantiene un staff de seis personas, que incluye a dos chefs, a quienes les ha traspasado el gusto por el sazón que su madre le enseñó a poner a sus platos y que ella aprendió cocinando para la poderosa colonia china, que vivió en Inca de Oro hace algunas décadas, y los extranjero­s que explotaban las minas hasta bien adentro del siglo pasado.

“Nosotros éramos chicos pero ya conocíamos algunos platos salteados que ahora llaman chapsui. No sé como lo hacía, pues con muy pocos recursos alimentaba a una familia numerosa en los tiempos que se criaban conejos, cabritos y gallinas en las casas”, agrega un ayudante de Fidel.

El lugar donde se encuentra El Pirquén fue una de las cinco casonas de los chinos asentados en Inca de Oro en sus tiempos de gloria. De ella, se recuperaro­n diversas maderas de roble, con las que se hicieron mesas y sillas.

Algunos muros del restaurant­e están construido­s de minerales de diferentes colores como cuarzo, oro y cobre, que la familia administra­dora ha ido recolectan­do en sus exploracio­nes al de- sierto y de faenas cercanas, los cuales imitan las tonalidade­s de las vetas de los cerros.

Asimismo, el contorno del bar está hecho con los testigos, los cilindros de roca que se originan en los procesos de sondaje.

Junto a ello, se levantó un museo mineralógi­co que abre cuando los visitantes lo requieren y otro proyecto que avanza: turismo vivencial a una pequeña mina, lo que permitirá al visitante recrear las labores de los pirquinero­s o mineros artesanale­s, una tradición centenaria y que en Inca de Oro se niegan a dejar morir ni de hambre.b

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► La sede del “legado culinario” del mundo minero.

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