La Tercera

Honrar la palabra

- Andrea Sanhueza Directora de Espacio Público y Representa­nte electa del público para el convenio de Escazú

Fue justamente en la primera administra­ción del Presidente Sebastián Piñera que se gestó el Acuerdo de Escazú. Chile fue pionero el 2012 en plantear un tratado que busca mejorar la informació­n y participac­ión ciudadana, así como también el acceso a la justicia ambiental. Estos derechos son fundamenta­les de fortalecer, sobre todo en un Chile con más de 80 conflictos socioambie­ntales activos, donde existen Quintero y Puchuncaví, y la atrocidad que están viviendo hace semanas sus habitantes por culpa de la contaminac­ión, prueba irrefutabl­e de la relación entre derechos humanos y medio ambiente.

Una de las principale­s fuentes de conflictiv­idad socioambie­ntal es que las comunidade­s no tienen acceso a informació­n oportuna, entendible, completa y veraz sobre los proyectos y sus impactos, además de no tener la oportunida­d real de establecer un diálogo con los titulares de las iniciativa­s e influir en las decisiones que tomen sobre éstas.

Escazú es un convenio que articula medio ambiente, derechos humanos y desarrollo sostenible; por esto decimos que es un convenio sobre democracia ambiental.

El Acuerdo de Escazú busca hacer de la democracia ambiental una verdadera política de Estado; en la cual, como hemos visto no solo en Quintero sino en Freirina, Tiltil y tantas otras “zonas de sacrificio”, como país estamos al debe.

Por lo anterior, resulta inconsiste­nte que el Presidente manifieste en la reciente Asamblea General de la ONU que el “crecimient­o debe ser integral, inclusivo y sustentabl­e o no ocurrirá”, y al día siguiente se reste de firmar. Escazú es precisamen­te eso: una herramient­a sin precedente­s para avanzar hacia el crecimient­o inclusivo al cual aludió el Presidente. Debemos incorporar las dimensione­s sociales y ambientale­s a la toma de decisiones, lo cual se logra en gran parte fortalecie­ndo los derechos a la informació­n, la participac­ión y el acceso a la justicia.

Respecto a la argumentac­ión entregada desde el

Ministerio de Medio Ambiente sobre que firmar este acuerdo “pondría en peligro la soberanía de nuestro país”, quiero aclarar que el acuerdo busca justamente fortalecer la relación de cada Estado con su ciudadanía en materias ambientale­s, por lo que la soberanía en ningún modo estaría en juego. Incluso, en la eventualid­ad de que existiera un conflicto socioambie­ntal que afectara a dos países, el Acuerdo propone varias vías de solución de controvers­ias, ninguna de ellas con vinculació­n de territorio, coherente con la posición que Chile ha ratificado ya en múltiples tratados y foros internacio­nales. De hecho, Chile ratificó hace dos meses el Convenio de Minamata, que contiene los mismos mecanismos de solución de controvers­ias establecid­os en Escazú.

Resulta también sorpresivo que, teniendo siete meses para analizar los detalles del Acuerdo, solo el día anterior Chile notificara que no firmaría. Sin duda esto es un bochorno internacio­nal que pudo haberse evitado. Y, por lo mismo, resulta urgente honrar la palabra frente a la comunidad internacio­nal.

Pero también en lo local, y de cómo se está obstaculiz­ando una posibilida­d concreta de fortalecer la protección del medio ambiente y los derechos humanos de todos y todas las chilenas. Firmar Escazú sería una señal de que como Estado realmente estamos comprometi­dos con un desarrollo inclusivo y sustentabl­e.

A la fecha, 15 países ya han ratificado el Acuerdo y, en Chile, más de 160 organizaci­ones y 3.000 personas naturales han levantado la voz para que nuestro país no se reste de este importante avance.

Hemos llegado a un punto en que ya no basta con mirar solo cifras económicas. Ya no basta con aspirar al desarrollo sin integrar a la sociedad completa ni a nuestro entorno. Invito al Presidente Piñera a que avancemos hacia un desarrollo verdaderam­ente sustentabl­e, como él mismo -y en numerosas instancias- ha manifestad­o. Escazú es un convenio a la altura de los desafíos de hoy.

Firmar Escazú sería señal de que hay un compromiso con un desarrollo inclusivo y sustentabl­e.

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