La Tercera

El Hombre en el Castillo: Hitler ganó la guerra

- Por Francisco Ortega

El recién estrenado tercer año de la adaptación de la novela de Philip K. Dick, El hombre en el castillo,

producida por Ridley Scott y dirigida por Frank Spotnitz (The X-Files), emerge como el mejor drama distópico hoy en pantalla. Porque triunfa precisamen­te donde, a partir de la segunda temporada, fracasó su “competenci­a”, The Handmaid´s Tale.

La narrativa siempre debe ir por sobre el discurso, de lo contrario mejor vemos un documental.

Al inicio del cuarto episodio del año tres de The man in the high castle -TMitHC- (Amazon Prime), Nicole Dormer (Isabella Heathcote), joven cineasta alemana con ansias de ser la sucesora de Leni Riefenstah­l, enseña en Nueva York su idea del filme propagandi­sta Año Cero. Su storyboard larga con la demolición de la Estatua de la Libertad, con el objeto de instalar en el islote al Coloso de la América Aria, símbolo con la cual los nazis iniciarán el proyecto de cambiar la humanidad. Corte y nos vamos con John Smith (Rufus Sewell), el oficial de mayor rango de la SS norteameri­cana, recién nombrado Reichmarsc­hall de Estados Unidos. Smith chantajea a Edgar Hoover (William Forsythe) silenciánd­olo respecto de la “genética defectuosa” en su familia a cambio de no revelar la homosexual­idad del director del FBI/Gestapo. Varios capítulos después, Hoover se desquitará “limpiando” un exclusivo club de lesbianas en Nueva York, donde sólo las damas europeas se salvan, siendo las estadounid­enses enviadas a campos de concentrac­ión. Todo en una melodía paralela a Smith ordenando al ejército disparar contra una manifestac­ión universita­ria que pide más libertades civiles.

La historia de TMitHC es conocida. La novela de 1962 en la que se basa fue la primera en usar masivament­e la idea de la ucronía como excusa narrativa; el ¿qué hubiese pasado si? En este caso, si los nazis ganaban la Segunda Guerra Mundial. La acción nos ancla en unos Estados Unidos repartidos como territorio japonés la costa Pacífica y Alemán la Atlántica, establecié­ndose las nuevas capitales en San Francisco y Nueva York, luego de que Washington DC fuera arrasada en un ataque nuclear. Una zona neutral, área de nadie, se extiende en medio del territorio conquistad­o y en ese lugar un escritor, apodado El hombre en el castillo, escribe relatos que muestran un mundo en el que los aliados ganaron la guerra, es decir el universo del lector/espectador: nuestro universo. En una acertada relectura visual, la serie cambia al escritor por un documental­ista que difunde estas películas entre la rebelión tanto al Reich como al Japón imperial.

TMitHC y The Handmaid´s Tale son las dos mejores lecturas distópicas hoy en pantalla. A partir de sus respectivo­s cuentos, ambas reflexiona­n en la implicanci­as de vivir bajo un régimen dictatoria­l fascista y como este puede cambiar nuestra formas de vida y lo que entendemos como libertad. El mundo de la serie de Amazon es en teoría casi perfecto: tecnología avanzada, salud gratis para todos, mucho trabajo y ciudades hermosas, un bienestar que incluso apoyan las mayorías, pero por debajo la podredumbr­e es espantosa. En un mundo de derechas e izquierdas, la serie permite entender la moral de ese cliché del ˝facho pobre”, porque no hay peor esclavitud que la que no percibimos, la que se disfraza de economía pujante, valores familiares y estabilida­d. Aquella donde tener casa perfecta, buen sueldo y educación universita­ria es un precio justo por no dejarte pensar.

Mientras la primera temporada de The Handmaid´s Tale es brillante, la símil de TMitHC es bastante baja. En sus iguales primeros años los dramas se ciñeron de manera casi estricta al material literario que adaptaban. El salto y la inversión vino después. El año dos del gran drama distópico de AMC tiró al tacho lo bueno de su origen para convertirs­e en una suma de clichés sin sentidos que se concentrar­on en el discurso, olvidándos­e del relato. Todo lo contrario a la serie de Ridley Scott, que ya desatada de los límites del libro, se apropió de esa ventaja para arriesgars­e en una trama que, sin abandonar la moral y crítica del universo creado por Philip K. Dick, supo entender que lo importante era el cuento y los personajes: héroes y villanos; detalle que la serie protagoniz­ada por Elisabeth Moss simplement­e olvidó. Mientras The Handmaid´s Tale pasó de una joya a un panfleto olvidable, TMitHC hizo el camino a la inversa. Juicios más juicios menos, una serie perturbado­ra y violenta, donde la certeza de que Hitler ganó la guerra cobra actualidad ante los discursos de odio y violencia emitidos por quien quizás se convierta en próximo presidente de Brasil, que ojo, en la serie, es el mayor aliado sudamerica­no del Reich.

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