La Tercera

Dice lo que cree

- Axel Buchheiste­r Abogado

La inminente victoria de Jair Bolsonaro tiene frenéticos a los izquierdis­tas de todos lados. Se preguntan cómo es posible que un ultraderec­hista misógino, homofóbico, racista, machista y autoritari­o (epítetos que repiten obsesivame­nte, como un mantra) sea electo Presidente de Brasil.

Las razones son varias. Primero, que la gente está aburrida de la izquierda y su gran impostura: mientras hablan del pueblo y los oprimidos, no han trepidado en robar a manos llenas los recursos de todos, como ha quedado de manifiesto con los escándalos de corrupción en dicha nación y en otras como Argentina. El epítome ha sido el “Partido de los Trabajador­es”, a que pertenece el otro candidato que pasó a segunda vuelta, nominado como tal por un “dedazo” de Lula en prisión y que un mes antes era casi desconocid­o. La quinta esencia de la manipulaci­ón política y la falta de respeto por la gente. Mientras, Bolsonaro emerge impoluto.

Una segunda razón, que los niveles de delincuenc­ia e insegurida­d en la nación carioca son aterradore­s. Nadie vive tranquilo y menos aún los más pobres, que son las primeras y mayores víctimas del crimen cuando campea. Pero sucede que la izquierda tiene un trauma con la delincuenc­ia y ante cualquier atisbo de apriete de clavijas acusa abusos a los derechos humanos. Basta ver lo que pasa en Chile con el proyecto de ley “Aula Segura”. Así, la impunidad se extiende como una mancha de aceite que permea todo. Bolsonaro representa la mano dura que muchos echan de menos.

Hasta ahí las principale­s causas, que de una u otra manera todos mencionan. Pero hay otra que no se tiene en cuenta o al revés, que se presenta como un factor negativo para él: dice lo que cree. Nadie advierte que ello lo favorece, porque contrasta con los políticos actuales que son oportunist­as y acomodatic­ios, ya que ajustan su discurso en función de las encuestas; es decir, que faltan reiteradam­ente a la verdad –la propiainte­resadament­e. Como lo graficó Groucho Marx al parodiarlo­s: “Estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros”. Bolsonaro está en las antípodas y lo refrenda: cuando todos especulaba­n que en la segunda vuelta acomodaría su discurso y buscaría alianzas, aclaró: “no seré un ‘Jaircito’ paz y amor”; “eso sería traicionar­me”, agregó.

Toda una revolución: un político honesto que dice lo que verdaderam­ente cree y presenta lo que realmente es, con sus claroscuro­s, para que la gente decida. Pareciera haber tanta demanda por esto, que los votantes están dispuestos a hacer vista gorda de los exabruptos que sus detractore­s se han encargado de vocear a los cuatro vientos. Más aún, es tan sincera su actitud, que pocas dudas hay de que tratará de cumplir lo que dice. Y esto para los votantes, una y otra vez defraudado­s por el incumplimi­ento de las promesas electorale­s, suena a un néctar político. La duda que queda ahora es si en segunda vuelta Bolsonaro ganará o bien arrasará.

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