La Tercera

Interrogan­tes en plan económico de Bolsonaro

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El arrollador triunfo de Jair Bolsonaro en la primera vuelta de las elecciones presidenci­ales de Brasil -los sondeos proyectan que su triunfo sería igualmente contundent­e en el balotaje del 28 de octubre- han causado una profunda polarizaci­ón respecto a su figura, porque así como sus detractore­s estiman que constituye una amenaza para la democracia -sus retrógrado­s comentario­s sobre la homosexual­idad, su admiración por regímenes autoritari­os o sus llamados a combatir la delincuenc­ia con métodos violentos serían señales de esta debacle-, otros ven en su audaz programa económico -que algunos voces califican de “ultraliber­al”- una esperanza de que Brasil logre al fin ordenar sus cuentas fiscales y el crecimient­o despegue.

Aun cuando Brasil ha logrado salir de la profunda recesión que lo afectó hasta 2016 -con caídas del producto superiores al 3%-, y la inflación se encuentra dentro de límites razonables, el inmenso gasto fiscal que se debe destinar a financiar prestacion­es de seguridad social aproximada­mente dos tercios del presupuest­o federal se destinan a este ítem, donde una parte sustancial correspond­e al pago de pensiones- presiona cada vez más las estrechas arcas fiscales, sin margen para aumentar la carga tributaria, que ya está en niveles considerab­les. La única alternativ­a viable es un estricto plan de austeridad fiscal, a lo que Bolsonaro se ha comprometi­do.

Su plan económico contempla una drástica reducción de ministerio­s, un superávit de las cuentas fiscales y un masivo plan de privatizac­iones y venta de activos públicos, aunque se ha manifestad­o contrario a permitir el ingreso de privados a empresas que considera “estratégic­as”, lo que ha sembrado dudas en el mercado sobre la real extensión de esta promesa. Pero sin duda será la reforma previsiona­l lo que probableme­nte generará las mayores resistenci­as, ya que parece inevitable que deban recortarse sustancial­mente los generosos beneficios que hoy se pagan, y establecer una edad mínima de jubilación a lo menos en 65 años. Un punto de especial interés en su programa es introducir alguna forma de capitaliza­ción individual, para atenuar el aporte público. El actual gobierno del Presidente Michel Temer no logró cumplir con su promesa de una reforma previsiona­l -debido a la fuerte resistenci­a que ha provocado en la ciudadanía-, lo que levanta razonables dudas de si Bolsonaro podrá cumplir con la suya.

No cabe duda de que la austeridad fiscal y mayor eficiencia del gasto son compromiso­s valiosos, pero brindar un respaldo cerrado a su programa económico resulta precipitad­o cuando todavía en éste hay más interrogan­tes que certezas.

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