El terrorismo –no solo el islamista, todos los terrorismos- no ganarán nunca la guerra que han desatado.
progreso: la libertad, la democracia, es decir la coexistencia en la diversidad, la justicia, los derechos humanos, la igualdad ante la ley. Sin necesidad de referirse específicamente a aquellos temas, luchando por volver a la vida, recordando lo maravilloso que es un buen libro, una bella sinfonía, el rejuvenecimiento que significan la amistad o el amor, Le lambeau nos hace conscientes de lo estúpido y ciego que son el fanatismo y el uso del terror, y cuánto hemos avanzado desde los atroces tiempos en que el ser humano era todavía una fiera entre las fieras.
Ese progreso es una realidad para un gran número de países –para muchos otros, por desgracia, todavía no- y una prueba de ello es que Philippe Lançon está ahora otra vez vivo, que haya sido capaz de escribir este profundo libro y que Chloé y sus colegas hayan podido devolver a su rostro la humanidad y la apostura, y que se haya casado y, según me dicen, esté celebrando en estos mismos días el nacimiento de su primer hijo. Que esto haya ocurrido a mí me levanta el ánimo porque veo en todo ello algo hermoso y exaltante, la derrota de la estupidez y la ceguera mental y moral del fanatismo, el triunfo de la vida.
Uno de los episodios más conmovedores –hay cientos más– del libro ocurre cuando, en pleno atentado, Philippe tiene una rara sensación dentro de la boca y descubre que son sus muelas y dientes: los ha perdido todos. Al amigo común que me mostró hace unos días sus fotos de renacido, le pregunté si le había visto la dentadura. “La tiene intacta. ¡Y además blanquísima!”, me respondió. Sentí que mi corazón se desbocaba de felicidad.