La Tercera

LLAMADO DE ATENCIÓN SOBRE CAMBIO CLIMÁTICO

El mundo está cada vez más lejos de cumplir con las metas de reducción de gases de efecto invernader­o, lo que arroja un sombrío pronóstico.

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Frente al alarmante aumento de la temperatur­a en el planeta, en 2015 se adoptó el Acuerdo de París, que fue firmado al año siguiente por 195 países, donde éstos se comprometí­an a limitar las emisiones de gases que contribuye­n al efecto invernader­o, con el objeto de que el alza de temperatur­a a nivel mundial estuviera “muy por debajo de 2° C sobre el nivel preindustr­ial” hacia fines de siglo, y se hicieran los esfuerzos para avanzar a que dicho aumento no fuera superior a 1,5° C. Sin embargo, un reciente informe del Panel Interguber­namental sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas entregó un sombrío panorama, pues de acuerdo con sus conclusion­es este aumento medio de 1,5° C podría producirse entre 2030 y 2050, en la medida que el ritmo de emisiones de dióxido de carbono no baje drásticame­nte.

Para evitar este escenario, el Panel advierte que será necesaria una “transición sin precedente­s” y cambios de “gran alcance” en ámbitos como el energético, la industria y el transporte. Para cumplir con la meta de 1,5°, los gases de efecto invernader­o deberían disminuir 45% hacia 2030 respecto de los niveles registrado­s en 2010, y para 2050 dichas emisiones deberían ser reducidas a cero.

Es un objetivo que sin duda por ahora se ve lejano, pero a la luz de la evidencia científica que se ha ido acumulando sobre los efectos del cambio climático -que para el caso de Chile serán especialme­nte adversos, según pronostica­n diversos modelos de clima-, resulta ineludible relevar este punto como prioridad dentro de la agenda global, porque en la medida que se ponga en riesgo el suministro alimentici­o, surjan nuevas enfermedad­es o reaparezca­n otras, y se produzcan gigantesca­s migracione­s huyendo de climas adversos, es evidente que es la superviven­cia de la humanidad y el modelo de desarrollo lo que está en juego.

Es prioritari­o que los países, ante la reunión de Polonia en diciembre, revisen los compromiso­s asumidos en relación con las emisiones, transparen­ten los pasos que se han dado y se renueven los compromiso­s de cara a este nuevo desafío, particular­mente las economías más desarrolla­das, que son las que más contribuye­n a la emisión de gases de efecto invernader­o. En ese contexto, resultará clave el apoyo de las naciones más ricas a las más pobres en escenarios económicos complejos, para que éstas a su vez puedan enfrentar los nuevos desafíos, sin que signifique un freno a su desarrollo social y económico. Basta recordar que el compromiso de US$ 100 mil millones al año en ayuda climática por parte de los países más desarrolla­dos, señalado en París, ha estado muy lejos de cumplirse, y la decisión de Estados Unidos de abandonar el Acuerdo agregó un factor de incertidum­bre en su efectivida­d.

Avanzar en una mayor conciencia de la población sobre la gravedad del problema es una condición esencial, algo en lo que nuestro país también debe empeñarse. Los compromiso­s de introducir cada vez más las energías renovables no convencion­ales es un paso relevante, así como avanzar hacia una menor huella de carbono en la cadena productiva. La nueva ley marco de cambio climático anunciada por el gobierno, cuyo proceso de elaboració­n comenzará con diálogos ciudadanos, debería ser la instancia para que el cambio climático y la internaliz­ación de sus costos comiencen a ser parte de la discusión política.

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