La Tercera

Coroneles: ¿“juicio exprés”?

- Álvaro Pezoa Ingeniero comercial y Doctor en Filosofía

La sola mención del apellido Krassnoff bastó para que se desatara la tormenta. La “izquierda unida jamás será vencida” tardó minutos para iniciar una escalada de comunicaci­ón pública, donde proliferar­on las voces escandaliz­adas clamando por medidas severas y ejemplares contra todos quienes estuviesen implicados en el “homenaje” que se le habría realizado en la Escuela Militar el pasado 6 de octubre. Hecho puesto en evidencia por un video que fue exhibido por un canal de televisión y que comenzó a circular raudamente por las redes sociales.

La actividad aludida consistió en una competenci­a deportiva entre antiguas generacion­es de oficiales del Ejército que estaba planificad­a y prevista con antelación. ¿El “imperdonab­le” delito?: una polera destinada a su padre que fue entregada al coronel Miguel Krassnoff Bassa, hijo del brigadier (r) Miguel Krassnoff Martchenko -en prisión por delitos contra los DD.HH.-, quien fuera subdirecto­r de ese Instituto formador de oficiales militares en tiempos en que parte de los participan­tes habían sido cadetes. Las “inaceptabl­es, peligrosas y ofensivas” expresione­s de Krassnoff hijo al recibir la camiseta consistier­on, fundamenta­lmente, en dar las gracias por este regalo y mencionar el “gesto de valentía y hombría” que comportaba que exsubalter­nos recordaran a su padre. A juzgar por los hechos acaecidos posteriorm­ente, el oficial guardaba la razón.

El resto de esta breve historia es conocida: el ministro de Defensa se apuró en condenar lo sucedido y a pedir al Ejército que, en 24 horas, aclarase la situación y adoptase las medidas correctiva­s correspond­ientes. Efectuado el rápido sumario, en el tiempo otorgado, un comunicado oficial de la entidad castrense informaba la resolución adoptada: el comandante de la Escuela Militar, Coronel Germán Villarroel y el Coronel Miguel Krassnoff habían sido llamados a retiro y separados inmediatam­ente de sus funciones. La justificac­ión de la medida: “faltas a la disciplina que derivaron en un gravísimo daño provocado a la institució­n”.

¿Fue calmada la sed de venganza que anima a algunos y satisfecha la corrección política que pesa como un yunque sobre otros? Parcialmen­te, sí. Pero a no ser ingenuos. La primera es insaciable (al tiempo que inconsiste­nte). La diputada comunista Carmen Hertz, por ejemplo, ya ha pedido más: junto con valorar las destitucio­nes ha advertido la necesidad de tomar otras medidas, entre ellas, que “el Presidente debiera exigir el retiro de los símbolos que recuerden o enaltezcan a criminales de lesa humanidad”, en referencia a la estatua del almirante José Toribio Merino que posee la Armada. La segunda es pegajosa como la resina, con alta seguridad seguiremos viendo en los próximos días muchas reverencia­s obsecuente­s ante la misma.

¿Se hizo justicia?: no le importa ni a unos ni a otros. Esa es la triste realidad.

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