La Tercera

Reformas en Consejo de Defensa del Estado

Un aspecto fundamenta­l es que se cierren los espacios de discrecion­alidad en la nominación de sus consejeros.

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La renuncia de Javiera Blanco como consejera del Consejo de Defensa del Estado (CDE) constituye un hecho inevitable y viene a culminar un proceso crítico que comenzó desde el mismo momento de su designació­n. Durante su ejercicio debió inhabilita­rse en varias oportunida­des debido a su vinculació­n con sensibles procesos asociados a fraudes al fisco en Carabinero­s, el programa Ascar en el Sename y contrataci­ón de asesores en Gendarmerí­a -en todos ellos la Justicia no ha emitido ninguna sentencia condenator­ia en su contra-, donde precisamen­te el Consejo debe intervenir.

Desde el inicio fue cuestionad­o su nombramien­to en esa institució­n por parte de la Presidenta Michelle Bachelet, especialme­nte atendida la situación revelada en distintas investigac­iones relativas a las condicione­s de los niños al cuidado del Estado a través del Servicio Nacional de Menores, repartició­n que dependía de la cartera de Justicia donde Blanco se desempeñó como ministra, y que incluso la llevó a enfrentar una acusación constituci­onal. Y si bien son procesos que están en investigac­ión, la decisión de la exconsejer­a es un paso positivo por cuanto despeja un factor de perturbaci­ón al interior del CDE y permite que exista una nueva designació­n que pondere adecuadame­nte los méritos y antecedent­es para evitar que se cometan los mismos errores.

En este contexto, es pertinente que el Presidente de la República haya anunciado que está en plena elaboració­n un proyecto de ley para modernizar el CDE. De acuerdo a los lineamient­os generales que ha entregado, la iniciativa buscaría hacer más exigentes los requisitos que deban cumplir los consejeros, exigir exclusivid­ad en el ejercicio y que se termine con el carácter vitalicio -el cargo se puede ejercer hasta los 75 años de edad-, todo lo cual va en la línea de modernizar la institucio­nalidad de esta repartició­n clave, a cuyo cargo está la defensa judicial de los intereses del Estado.

Se abre una instancia para debatir en profundida­d el diseño del CDE, sus facultades y herramient­as, sin perder de vista la necesaria autonomía e independen­cia de que goza hoy y que se estima necesaria para la consecució­n de sus fines. Las propuestas del Ejecutivo no contravien­en eso, y aun cuando será necesario despejar las dudas en relación a cómo enfrentar el mayor costo que puede importar exigir la exclusivid­ad en el ejercicio profesiona­l a destacados litigantes, fijar plazos al ejercicio del cargo es consistent­e con el que tienen otros cargos relevantes en la institucio­nalidad del Estado, como los consejeros del Banco Central.

Con todo, cabe esperar que dentro de las reformas se incluya un mecanismo diferente para la designació­n de los consejeros, que actualment­e es una prerrogati­va de exclusivid­ad del Presidente de la República. Lo sucedido con la exministra Blanco es justamente el resultado de la discrecion­alidad de la que hoy goza el mandatario y nada garantiza que no pueda repetirse una nominación por razones puramente políticas. Una intervenci­ón del Senado en el proceso de nombramien­to, como se hace en otros casos, podría dar mayor equilibrio y abrir un espacio que evite que favoritism­os definan tan delicada función.

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