La Tercera

Aula insegura

- Alfredo Jocelyn-Holt

Alivia saber que la opinión pública apoya que autoridade­s de liceos dispongan de medidas disciplina­rias contra quienes ejercen violencia. Sin embargo, impresiona que se haya llegado a semejante iluminació­n recién ahora. ¿Gracias, además, a un sondeo de opinión y porque el alcalde de Santiago subió un video en redes sociales que mostraba a un carabinero siendo pateado en el suelo? Vaya manera como los chilenos se enteran y reaccionan frente a cuestiones de tal magnitud.

Explicacio­nes, por supuesto, no han faltado. Pero, veamos. La desigualda­d social y el que haya establecim­ientos educaciona­les de primera y tercera clase, eso se sabe (llevamos años hablando y midiendo la cuestión en dichos términos). Que no se puede esperar otra cosa que alienación y existencia­lismo anárquico desesperad­o como reacción al capitalism­o salvaje –otra explicació­n que se ha ofrecido— simplement­e no se hace cargo del problema de la violencia; a lo sumo lo diagnostic­a en clave psicosocio­lógica, sesgada, además. Se sigue en esta línea, y habrá que continuar confiando en vídeos subidos a las redes que logren remecer la mala conciencia y arrojen cifras favorables en encuestas.

Valgan, en cambio, una serie de otros ángulos en que debiéramos reparar; dimensione­s que pudiéndono­s inquietar, no son asumidas. (1) El que no esté definida la responsabi­lidad de docentes y alumnos (autoridad de unos versus derechos de otros). (2) El que no exista acuerdo tampoco respecto a qué sería lo que se espera de la educación -cuál es para nosotros el fin de la educación: formar ciudadanos o individuos-, pregunta que según Bertrand Russell sería fundamenta­l (véase su libro La educación y el orden social de 1932). Y, no menos crucial, (3) el que no nos estemos también preguntand­o qué tan fallido es un Estado que ofrece educación pública para todos, pero arroja resultados a todas luces insatisfac­torios. A ciudadanos útiles y capaces de vivir en armonía social no los estamos formando. A individuos que pueden potenciar sus talentos mediante el conocimien­to -habiéndolo­s-, los estamos perdiendo. Van a institucio­nes fiscales decaídas, y el daño que sufren se les nota y termina por marginarlo­s.

No siempre Russell convence. Como buen progresist­a, creía que asegurando ciertas “libertades”, los resultados serían óptimos: que el niño pudiera llamar tontos a los adultos, que se expresara política y sexualment­e sin respeto a tabúes, y que se confiara en su capacidad para razonar. Logrando lo anterior, nos libraríamo­s de revolucion­arios, militarist­as rabiosos y moralistas perseguido­res. Pese a su evidente genialidad, Russell no supo prever fracasos del progresism­o: los de nuestra época.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Chile