La Tercera

Los viejos estandarte­s

- Gonzalo Cordero

Tenía 12 años cuando mi hermano me regaló “Adiós al Séptimo de Línea”. Me pareció enorme, pero lo comencé a leer y no pude parar. El libro muestra la identifica­ción que, en la Guerra del Pacífico, la sociedad chilena forjó con sus Fuerzas Armadas; pero esa afinidad, como otras fortalezas, se fracturó durante el siglo XX con el discurso de la lucha de clases que desembocó en el quiebre de nuestra democracia. A lo largo de las décadas, los militares se fueron retrayendo, aislándose en sus cuarteles, en sus barrios, en sus familias y también progresiva­mente se les quitaron los medios mínimos para cumplir su misión profesiona­l. El quiebre institucio­nal, por último, los colocó de lleno en un polo del mapa político.

La transición ha sido también un esfuerzo por reposicion­ar a los militares en el lugar que les correspond­e naturalmen­te, ese en el que son de todos y, al mismo tiempo, no son de nadie. Pero ese esfuerzo no ha sido fácil, creo que por dos razones fundamenta­les: la inserción real choca, por una parte, con el discurso odioso y revanchist­a de algunos, pero también con una reivindica­ción absurda de violacione­s a los derechos humanos –como la que hizo el coronel Krasnoff hijo-, que no tuvieron justificac­ión ni cuando se cometieron, ni menos ahora. Por otro lado, pese a todos los esfuerzos, la natural autarquía de la profesión militar les ha pasado la cuenta en una sociedad que ha cambiado aceleradam­ente y que muchas veces a los militares, igual que a otros grupos sociales, les cuesta comprender.

Hay una cierta colisión cultural entre una institució­n que se funda en la jerarquía y los símbolos que la constituye­n, con una sociedad que demanda mayores niveles de igualdad y rechaza toda forma de privilegio. Es curioso pero, por razones profesiona­les, me ha tocado muchas veces escuchar a empresario­s, que enfrentan algún cuestionam­iento, explicar: “pero si esto siempre lo he hecho así”. Exactament­e lo que he visto en los medios de comunicaci­ón en los últimos días, a propósito del llamado fraude con los pasajes al extranjero.

Es que todos tenemos que asumir que muchas cosas que “siempre se han hecho así”, ya no se pueden hacer. Anticipars­e a lo que traen estos cambios es la clave de cualquier organizaci­ón exitosa. Temo que algunos signos de estatus de los altos mandos no calzan con una administra­ción civil que busca dar señales de austeridad; tampoco se pueden rechazar los requerimie­ntos de control, calificand­o livianamen­te sus intencione­s. Todos vivimos en ese medioambie­nte.

Más de 40 años han pasado desde que leí la novela de Inostrosa, pero sigo teniendo el mismo aprecio por nuestros viejos estandarte­s y quiero volver a verlos respetados, admirados y queridos.

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