La Tercera

Hacen bolsa a Brasil y se inquietan con Bolsonaro

- Carlos Larraín Ex presidente de Renovación Nacional

La izquierda chilena acaba de levantar una perdiz gorda y están felices como unas pascuas: Bolsonaro puede trasladars­e a Chile y para impedirlo hay que inventar un cuco para escolares. No es raro, porque la izquierda, no sólo en Chile, trata al electorado como si fuera un montón de incautos desorganiz­ados. Es cierto que las bombas de profundida­d lanzadas por el gobierno de Bachelet hicieron grandes progresos en el designio de reducir el pueblo soberano a mucho menos de lo que en realidad es, pero aún no se ha logrado transforma­rnos en un hormiguero con hormiga reina incluida.

La amnesia suele ser consecuenc­ia de un golpe, pero en el caso chileno es más bien de propia elección. Pronto saldrá a paseo Mussolini, que es uno de los espantajos más recurridos por la izquierda. Gran ejemplo de amnesia inducida, ya que Benito Mussolini fue un socialista de tomo y lomo, que con el tiempo quiso competir con el totalitari­smo marxista. Eso sí, con armas parecidas. Pero nada de eso quita que Mussolini sea una creatura socialista. Éste es un simple ejemplo de utilizació­n de las palabras para disimular la verdadera esencia de las cosas.

Bolsonaro responde simplement­e a la saturación de los brasileños con las consecuenc­ias del contuberni­o de la izquierda, con la burguesía individual­ista ansiosa de riqueza, para pasarlo aún mejor de lo que ya lo pasa. Nada mejor que hacerse del poder para asegurarse el chipe libre de amplio espectro.

La posibilida­d de que Bolsonaro se reencarne en Chile estriba en que fracase el gobierno de Piñera, trancado y también influido por los tics, y los tocs, de una izquierda en pleno proceso de involución.

El desempeño del gobierno en el episodio Krassnoff, ¿no servirá sobre todo para aumentar frustracio­nes y acentuar las muchas evidencias de que la “justicia gubernamen­tal” es tuerta y barrera? ¿Quién se acuerda de los indultados por crímenes de sangre en la última semana del gobierno de Patricio

Aylwin?

Si la izquierda chilena abandona la fase hormonal que hoy la excita (tal como en los años 30 hasta los 80) y retoma el practicism­o (tan caro a la derecha) de los años 90 puede seguir gozando confiadame­nte de la coyunda socialista-liberal que tan jugosos dividendos le ha entregado. Esta combinació­n les ha permitido ir ganando en toda la línea: aumenta la carga fiscal y la deuda pública; crece la planilla estatal y las trabas para la actividad económica creativa. En un plano mayor, han logrado desestruct­urar la sociedad chilena: natalidad por el piso, pero con proyecto de expansión del aborto; 72% de niños nacidos son extramatri­moniales; tasa de divorcio del 80% (¡récord mundial!); apoderados impedidos de elegir escuela y contribuir a ella (¡promedio del copago proscrito era de $12.000 por mes!); sistema persecutor­io de ciertas fiscalías completame­nte dirigido; etcétera.

El señor Bolsonaro puede resultar para bien o mal, nadie lo sabe. La ola que lo ha impulsado puede llegar a las costas chilenas, no por las quejas interesada­s de ciertos campeones de Lula y Dilma, sino por el progresivo deterioro de la vida colectiva.

Los cenáculos del pijerío ideologiza­do y carrerista de varios colores sigue produciend­o toxinas tales como la eutanasia, mientras ignoran los efectos del Transantia­go (mayor acto de intervenci­ón estatal desde la reforma agraria, en palabras de Camilo Escalona), de la mano con la agenda del hedonismo individual­ista. Esta combinació­n destructiv­a puede producir una reacción como la brasileña. La elección de Sebastián Piñera responde en parte a lo mismo: la “marmota chilensis”, conocida por su baja presión sanguínea, se desperezó y salió a votar en la segunda vuelta para impedir que un nostálgico del “Che” rematara la maroma del gobierno saliente.

Bolsonaro responde a la saturación con las consecuenc­ias del contuberni­o de la izquierda.

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