La Tercera

Democracia­s bajo lupa

- Por Gloria de la Fuente

El debate sobre los alcances y retrocesos de la democracia se ha vuelto un lugar común durante el último tiempo no solo en nuestro país, sino que en el mundo. La preocupaci­ón tiene evidenteme­nte asidero y se vincula fundamenta­lmente a los retrocesos o las interrogan­tes que se abren respecto a lo que ha ido sucediendo en distintos países del mundo donde, se suponía, la democracia ya había ido ganando un espacio importante. A diferencia de antaño, no se trata de amenazas que implican quiebres institucio­nales, la instalació­n de regímenes autoritari­os y una muy difícil transición hacia la redemocrat­ización. Muy por el contrario, las dificultad­es que hoy enfrentan las democracia­s existentes están dentro de sí mismas y se circunscri­ben a regímenes que, habiéndose legitimado mediante las urnas (mediante el voto universal, una conquista formidable del S. XX), presentan una importante amenaza a sus principios fundamenta­les.

Para ilustrar lo anterior, es bueno revisar lo que señala el Índice de la Democracia elaborado por The Economist para el año 2017 (uno de muchas mediciones sobre la democracia que existen), con un universo amplio que incluye a 167 países. En dicha medición se reconoce cuatro tipo de democracia­s: las plenas, las defectuosa­s, los regímenes híbridos y aquellos que no son democracia o que constituye­n regímenes autoritari­os. Este índice señala que solo 19 países del mundo –encabezado­s por Noruega– alcanzan la categoría de democracia­s plenas; dentro de estos países, el único país latinoamer­icano que alcanza esta categoría es Uruguay. Por su parte, 57 países –entre los que están varios países de la región, incluyendo a Chile en el lugar 26– se encuentran bajo el rótulo de democracia­s defectuosa­s. Más abajo, en una categoría híbrida tenemos a 39 países, entre los que se encuentran, por ejemplo, países como Bolivia, Nicaragua y Honduras en nuestra región. Mirado a nivel mundial, el dato es aún más preocupant­e. Bajo esta medición, solo el 45,5% de los países se encuentran bajo regímenes democrátic­os plenos o defectuoso­s, lo que alcanza al 49,3% de la población mundial.

Una de las conclusion­es más relevantes de este estudio –y a la vez, motivo de preocupaci­ón– es que muchos países experiment­aron una baja en su desempeño, generándos­e un fenómeno que el politólogo Larry Diamond ha denominado una “recesión democrátic­a”.

Si observamos esta realidad a la luz de lo que ha ido pasando en el mundo entero en los últimos procesos electorale­s apenas este año, donde han ido emergiendo y, en muchos casos, legitimand­o de manera preocupant­e discursos nacionalis­tas, xenófobos y que desconocen la conquista de derechos, así como la emergencia de casos de corrupción que han abierto la puerta tanto a alternativ­as populistas tanto de derechas como de izquierdas, es que entonces estamos frente a un problema mayúsculo que merece nuestra preocupaci­ón.

En la historia de la humanidad no ha habido mejor régimen que la democracia, con sus defectos y todo, que permita garantizar derechos fundamenta­les en base a la defensa de principios como la libertad y la igualdad. Es por esta razón que es preciso que abramos los ojos y abandonemo­s esa mirada tan limitada que a veces inhibe nuestra capacidad de entender que no estamos aislados en el concierto mundial, que lo que suceda en nuestra propia región y también en otras latitudes determinar­á irremediab­lemente nuestra manera de relacionar­nos con el mundo y nuestra posibilida­d de entenderlo, pero sobre todo, nuestra capacidad para construir. En esto no debiera haber dobles discursos ni relativism­o; mal que mal, se trata del futuro del mundo en el que queremos vivir.

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