La Tercera

“Mani Pulite” en Perú

- Por Álvaro Vargas Llosa

Han estado en prisión “preliminar” en Perú algunos líderes fujimorist­as, empezando por Keiko Fujimori, y colaborado­res estrechos. A ella ya la han puesto en libertad pero, aunque es improbable, podría pasar a prisión “preventiva” en los próximos días, siguiendo la suerte que sufrieron en su día el expresiden­te Ollanta Humala y su esposa, Nadie Heredia. O que han sufrido empresario­s connotados y podrían sufrir otros líderes políticos y empresario­s (o periodista­s).

Si usted presta atención sólo a lo que dicen los afectados y sus corifeos, tendrá la sensación de una salvaje cacería política y ajustes de cuentas a cuchillada jurídica limpia. Igual que sucedió en la refinada Italia durante los años 90, los de “Mani Pulite”, o el Brasil de “Lava Jato” a partir de 2014.

No me refiero a los fines -sancio- nar la corrupción- sino a los métodos. En ambos procesos, tres instrument­os resultaron determinan­tes: la detención preventiva de los sospechoso­s, la colaboraci­ón de algunos de ellos a cambio de beneficios y la filtración a la prensa de informacio­nes que permitiera­n mantener viva la indignació­n de la opinión pública y su respaldo a la judicatura. Un pequeño grupo de fiscales y jueces peruanos pretende utilizar métodos similares –y amparados en los códigos legales peruanos— para combatir la corrupción que afecta la vida política y su relación con los negocios particular­es.

El grueso de este esfuerzo se centra en la financiaci­ón ilegal de los partidos y líderes peruanos a través de la empresa brasileña Odebrecht, así como los intercambi­os de favores y dineros, directos o indirectos, entre aquellos y esta.

Pero pronto los métodos de “Mani Pulite” y “Lava Jato” que estos fiscales y jueces han importado al Perú podría extenderse a otros casos de corrupción, especialme­nte los descubiert­os al interior del propio sistema jurisdicci­onal peruano.

Es muy difícil mantener la concentrac­ión en lo que importa: el empeño de estos fiscales y jueces en aplicar la justicia a personajes y organizaci­ones con poder. El sistema político se defiende con uñas y dientes, utilizando el Congreso, aliados dentro de la Fiscalía y el Poder Judicial, y medios afines para hacer que descarrile ese trencito insolente (el Congreso opositor fue clave para la fuga, esta semana, de un juez corrupto muy cercano al fujimorism­o que tenía impediment­o de salida del país).

El contexto político -la vieja pugna entre los herederos de la dictadura de Fujimori y el sector democrátic­o, que abarca desde la izquierda hasta corrientes liberalesn­o ayuda nada.

Cuando los Humala fueron detenidos preventiva­mente para ser investigad­os, una parte del sector democrátic­o puso el grito en el cielo, como lo pusieron los aliados del fujimorism­o los ocho días que estuvo detenida su líder, a la que se investiga por cosas parecidas, a partir de testimonio­s y pruebas documental­es que los investigad­ores han ido recogiendo poco a poco, soportando la interferen­cia de todo tipo de intereses.

No sólo el contexto complica las cosas: también la precarieda­d institucio­nal de la democracia peruana. Como la Fiscalía y el Poder Judicial están penetrados por intereses afectados por la santísima trinidad de la detención preventiva (o preliminar), la colaboraci­ón a cambio de beneficios y las filtracion­es a la prensa, los fiscales y jueces ven su trabajo constantem­ente saboteado. Para no hablar de la interferen­cia del Poder Legislativ­o fujimorist­a. O de la desproporc­ionada presión de cierta prensa sobre los investigad­ores cuando se comete algún exceso (inevitable­s en un proceso así: también los hubo en Italia y Brasil).

¿Adónde apunta esto? Sabemos que hay un esfuerzo poco menos que heroico para hacer justicia, pero que él enfrenta una adversidad feroz, poderosa y organizada. Le doy al proceso, por ahora, un 50% de probabilid­ades de éxito. Eso, en el Perú, es ya un logro.

Hay un esfuerzo poco menos que heroico para hacer justicia, pero que enfrenta una adversidad feroz.

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