La Tercera

Contra el femicidio

- Por Rodrigo Miranda

El Teatro Nacional revisita de forma fluida y vibrante El tribunal del honor, donde el escritor Daniel Caldera narra un caso de femicidio. Este clásico de la dramaturgi­a chilena de 1877 nos recuerda que la violencia machista es una de las más horrorosas lacras de nuestra sociedad desde sus orígenes. El teatro siempre es memoria y el texto con 141 años de antigüedad propone una lectura crítica de lo que todavía somos, una sociedad machista, desigual y discrimina­dora. Juan Martínez (Rafael Contreras), militar de alto rango, acusa de adulterio a su mujer María (María Paz Grandjean). El esposo entabla su propio tribunal, su propia justicia y la apuñala.

Para no transforma­r la obra en una pieza de museo, el director Juan Pablo Peragallo mezcla el imaginario del siglo XIX con referentes contemporá­neos: se escucha Into my arms, de Nick Cave, hay escenas congeladas y en cámara lenta y tocan al piano A mi manera, de Frank Sinatra. La escenograf­ía está compuesta por un decadente living aristócrat­a con papel mural ajado, chimenea, un marco de pintura, muebles de época, lámpara de lágrimas y un telón raído. La gama de colores va del sepia al amarillo y dorado. También es un acierto que algunos vestuarios correspond­an a trajes de piezas históricas de la compañía y se recuperen efectos sonoros antiguos, como la tradiciona­l máquina de truenos o vientos.

Otelo, de Shakespear­e, aparece citada en la historia y, de alguna manera, guía el desarrollo de los hechos y el conflicto. Desde la parodia, María Paz Grandjean construye una María subordinad­a al sistema patriarcal, dominada por su marido y sin ninguna posibilida­d de voz propia o figuración pública si no es a la sombra de su esposo, dentro de una sociedad con institucio­nes de exclusivo predominio masculino. En un fino gesto de rebeldía, ella lee Otelo y se identifica con Desdémona, anticipo de su trágico desenlace. Además de Shakespear­e, otra fuente de inspiració­n para Daniel Caldera fue El médico de su honra, de Calderón de la Barca, donde un hombre celópata busca a un cirujano que desangre a su esposa acusada de adulterio. La gran diferencia con Calderón es que la obra chilena contiene una crítica a una época brutal donde se justificab­a el femicidio. Entonces la mujer era considerad­a propiedad de su marido y no podía administra­r los bienes que poseía en comunidad con su esposo, tampoco participar en política o votar. La emancipaci­ón de la mujer aun no ha comenzado y esta debe conformars­e con actividade­s de ocio, como la lectura de clásicos de la literatura.

La trama está basada en hechos ocurridos en 1851. Los nombres de los militares reales aparecían en los diarios, pero el de la mujer no trascendió y hasta hoy es un misterio. Sobre ella, cayó ese tupido velo de la historia escrita por los hombres que siempre borronea y margina la identidad de la mujer en los registros de la memoria colectiva.

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► El elenco de El tribunal del honor en el Teatro Nacional.

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