VANDALISMO CONTRA EL PATRIMONIO
SEÑOR DIRECTOR
Los vándalos no dan tregua. Atacan nuestro patrimonio con la rabia del que no lo siente suyo, del que se siente afuera del sistema y no comprende o no puede o no quiere comprender qué significa un museo, un monumento nacional, una obra de arte como señal de identidad; o si lo comprende es como un objeto que le genera envidia, que se burla de él, que lo deja afuera.
El vandalismo lleva su pesada cuota de envidia maligna, de rabia y furor, de broma pesada que se burla de todo acto patrimonial. Son los no-habitantes de la ciudad, los que desertan de la belleza, los que eligen la ira marginal antes que la contemplación y el cuidado. Sospecho que no se sienten integrados, que son los que se quedaron fuera o se sienten fuera, los que no están ni ahí, los que en alguna parte sienten que no tienen espacio en el Chile actual, en el Chile de los monumentos y las esculturas. Los que se niegan a admirar el talento ajeno, a inclinarse ante lo hermoso como algo propio. Patrimonio, eso que hacemos los chilenos todo el día.
No comparto la pasión grafitera con las mínimas excepciones que conocemos, los que han seguido la escuela de Banksy, anónimo pero aportador, alguien que se hace un espacio en la creación de belleza en el mundo británico.
El atentado a la escultura de Rebeca Matte contiene resentimiento, dolor, bilis. Es fealdad, deformación, estropicio. Nos muestra ignorantes y ajenos. Nos obliga a pensar cómo integrarnos en un mismo país donde todo sea de todos y el patrimonio nuestro tesoro. Somos un país con tan escasa densidad cultural que quizás por ahí viene el peligro. ¿Educación? Mucha y cívica. No sólo de Artes Plásticas.