La Tercera

APROBACIÓN DE AULA SEGURA EN EL SENADO . LOS EFECTOS DEL CRIMEN DE JAMAL KHASHOGGI

Es acertado que en la sala del Senado haya prevalecid­o el consenso y se revirtiera el sesgo que permeó a la Comisión de Educación.

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7 EDITORIALE­S

El proyecto de ley conocido como “Aula Segura” logró sortear su primer trámite constituci­onal en el Senado, no exento de polémicas. Inicialmen­te, la oposición centró su discurso en que se trataba de un proyecto innecesari­o, ya que la facultad de los directivos de los establecim­ientos escolares para proceder a la expulsión de un alumno, en las circunstan­cias descritas por el proyecto, ya estaba prevista. Posteriorm­ente, y conocido el texto del proyecto, se señaló que la iniciativa legal no daba cumplimien­to a la garantía del debido proceso, cuestión esta última que el gobierno se allanó a perfeccion­ar, introducie­ndo indicacion­es al efecto para hacerse cargo de los cuestionam­ientos.

Sin embargo, la Comisión de Educación del Senado, instancia técnica destinada a conocer en detalle la iniciativa presentada, fue mucho más allá. En efecto, a través de la presentaci­ón de sendas modificaci­ones, transformó la iniciativa original en una muy distinta a la presentada por el gobierno, dando un giro a su idea matriz, al cambiar su nombre -el que para efectos comunicaci­onales se dio a conocer como “Aula Democrátic­a”, lo que ya dice mucho del giro en los contenidos de la iniciativa-; al eliminar de la propuesta legal las gravísimas causales de violencia habilitant­es para proceder con la expulsión de los alumnos involucrad­os y derivando la concreción de tales causas graves a los reglamento­s internos de los establecim­ientos educaciona­les, a sabiendas de que en la forma que éstos se generan y modifican, difícilmen­te podrían haber contemplad­o oportuname­nte dichas causales. Las indicacion­es parlamenta­rias abordaron, además, materias que, aun cuando atendibles, como los programas de acompañami­ento y atención de los alumnos involucrad­os, correspond­en a la iniciativa exclusiva del Ejecutivo, al importar un mayor gasto fiscal.

La Comisión de Hacienda del Senado, que conoció del proyecto tras la Comisión de Educación -justamente para resolver aquellas cuestiones relacionad­as con el mayor gasto involucrad­o-, terminó siendo la sede en que se zanjó la propuesta que aprobaría posteriorm­ente la sala del Senado, prácticame­nte por unanimidad. Es en esa comisión en la que, a través de los acuerdos, del buen entendimie­nto y de la sensatez de todos sus miembros -y de otros senadores que, genuinamen­te interesado­s en el tema, participar­on en esta instancia-, se retoma la idea matriz del proyecto, revirtiend­o cambios relevantes introducid­os por la Comisión de Educación y manteniend­o otros ahí aprobados.

Si bien es factible que el debate mute de una comisión a otra y de una Cámara a la siguiente -como es previsible que pueda ocurrir en la Cámara de Diputados en este caso-, parece un contrasent­ido que haya tenido que ser la Comisión de Hacienda la instancia en que se encontrara la nota de cordura y de adecuada disposició­n al consenso, y no la Comisión de Educación, que era la llamada por naturaleza a jugar este rol. Su presidenta -militante DC- pareció más empeñada en lograr un posicionam­iento como referente de izquierda, aparenteme­nte sin advertir que ya se ha asentado fuertement­e en la opinión pública la necesidad de contar con una herramient­a que permita la sanción efectiva del vandalismo.

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