La Tercera

Defensa de una carta

- Carlos Ominami Economista

La carta en defensa de Lula ha sido objeto de fuego graneado. Ante el inminente triunfo de Jaír Messias Bolsonaro es fácil salir a disparar. Así lo hemos visto desde diversas trincheras. Unas críticas son normales y comprensib­les por donde vienen, otras dan vergüenza ajena. Bien distinta habría sido la situación si a Lula le hubiesen respetado sus derechos políticos, como lo demandó la Comisión de DD.HH. de la ONU. Todos los estudios de opinión indicaban que habría podido ganar, incluso en primera vuelta, o disputado el balotaje en una condición infinitame­nte más favorable que la de Haddad.

El triunfo de Bolsonaro es producto de muchos factores que produjeron un voto desesperad­o. Habrá tiempo para analizarlo­s. Allí aparecerán las responsabi­lidades políticas de Lula y el PT, que son múltiples y graves. La necesaria autocrític­a será dolorosa, sobre todo si se cumple la amenaza que Bolsonaro profirió hace pocos días: “que Haddad y Lula se pudran en la cárcel”.

Pero este resultado es también la culminació­n de una tremenda operación en la cual se articularo­n grandes sectores empresaria­les, la cadena O Globo, parte del Poder Judicial y sectores del mundo conservado­r norteameri­cano. Las excusas que debió darle Obama a Rousseff por el espionaje telefónico y el involucram­iento de Steve Bannon en la campaña brasileña constituye­n botones de muestra. La operación comenzó con el impeachmen­t en contra de Dilma y avanzó luego hacia su objetivo fundamenta­l cual era eliminar el principal escollo a la recuperaci­ón del poder por parte de la derecha tradiciona­l: Lula. La operación desplegó una poderosa campaña de desprestig­io del expresiden­te y el PT. Los instrument­os fueron la propagació­n de noticias falsas o de verdades a medias que generaron un fuerte sentimient­o anti PT. Sin embargo, algo no salió como se esperaba. Los principale­s partidos que viabilizar­on el impeachmen­t, el MDB de Temer y el PSDB de Cardoso, Serra y Neves pensaron que luego de su consumació­n y excluido Lula de la competenci­a podrían recuperar fácilmente el poder. Geraldo Alckmin fue el elegido para encabezar la reconquist­a del gobierno. Sin embargo, su resultado electoral fue paupérrimo; menos de un 5%. En un marco de fuerte polarizaci­ón, la mayor parte del tradiciona­l respaldo de esos partidos se volcó hacia Bolsonaro. De una especie de materia inerte que era el viejo diputado surgió, como en la novela, una especie de Frankenste­in.

En boca de sus impulsores la afirmación de que “el triunfo de Bolsonaro es responsabi­lidad de Lula” raya en el cinismo y la desvergüen­za. Fueron ellos los que mediante un proceso trucho imposibili­taron que Lula pudiera competir. Lo sometieron a un verdadero linchamien­to mediático y no contentos le impidieron defenderse. Alteraron de esa manera lo que pudo haber sido un pronunciam­iento soberano mucho más legítimo. Y buscan ahora transforma­r a la principal víctima de esa campaña en el principal responsabl­e por el resultado de una elección en la que se le impidió competir, porque justamente tenía todas las posibilida­des de ganar.

Soy de los que piensan que esto que empezó mal terminará muy mal. En ese momento, conocido el próximo capítulo de esta historia se podrán dimensiona­r con la necesaria distancia los aciertos y errores de cada cual. Personalme­nte tengo mi conciencia tranquila; la carta de apoyo a Lula fue oportuna y honesta. Sin ninguna reticencia la volvería a firmar.

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