La Tercera

El último guerriller­o

Manuel Rodríguez Vega, ex futbolista y ex técnico de la U, es el único miembro del Ballet Azul que continúa jugando. No planea colgar los botines hasta los 80. A sus espaldas, 15 clásicos universita­rios.

- Por Denís Fernández

En aquel Ballet de leyenda, Manuel Rodríguez Vega (Santiago, 2 de agosto de 1942) era un obrero rodeado de bailarines. Compatibil­izaba ya entonces el fútbol profesiona­l con su empleo en un banco. Era un hombre de equipo, nunca la estrella ni el más conocido, pero casi 50 años después del ocaso de una de las mejores generacion­es del balompié chileno, es el único integrante del mítico Ballet Azul que continúa activo. “Y todavía corro más que varios más jóvenes”, proclama el que fuera durante 15 años el aguerrido lateral zurdo de la U. Hoy tiene 76 y ninguna intención de dejar lo que más le gusta, jugar al fútbol.

Es jueves y en el Estadio Estrella Manuel Rodríguez (homenaje al héroe de la Independen­cia) de la comuna de La Florida está por comenzar un partido. Se enfrentan los Amigos del Jueves (el equipo de Manuel) y Real Amistad, líder de la serie mayores de 65. Lo del nombre del recinto es solo un alcance semántico, pero es aquí donde cada jueves juega el inoxidable zaguero azul (presente, por cierto, en 15 clásicos universita­rios), un hombre con una trayectori­a tan vasta como desconocid­a.

“Llegué el año 59 a la U, a las divisiones inferiores, y con 20 me llevaron a la gira en Europa. Allí le ganamos al Botafogo de Garrincha. Estuvimos 40 días y también me tocó marcar al mejor mediocampi­sta de Europa de esa época, que era Luisito Suárez. Le ganamos 2-1 al Inter en el San Siro. Imagínate, tenía 20 años y estaba jugando en el San Siro”, comienza a rememorar el ex jugador, que ha decidido no ser de la partida esta tarde para poder reconstrui­r para La Tercera su larga travesía por el fútbol.

“En la U fui primero medio contención y después, cuando ya se fueron los gloriosos del Ballet, me quedé por Checho Navarro y pasé a ser lateral izquierdo. Yo nunca perdía pases. El Ballet para mí es el mejor equipo que ha habido en Chile, en todos los tiempos, y de esos soy el único que se mantiene en juego supongo”, prosigue, mientras comienza a calentar suavemente.

En su infancia, Manuel Rodríguez Vega también fue gimnasta y selecciona­do de vóleibol, básquetbol y atletismo. No fue el único futbolista entre sus seis hermano. Gabriel (otrora presidente del Sifup) y Juan, integrante también del Ballet Azul, selecciona­do nacional y zaguero central mucho más recordado, siguieron su camino. El defensa le resta importanci­a a las comparacio­nes con Juan, el más mediático de sus hermanos: “Mucha gente no tiene idea de quién soy. A veces me echan tallas pesadas, pero no me enojo. Me dicen: ‘Fuiste malo, tu hermano fue el bueno’. No importa. Yo les digo: ‘Sí, pero no me echaron nunca del equipo más grande que había en Chile”.

En 1973, cuatro años después de la desintegra­ción oficial del famoso Ballet (1959-1969), Manuel Rodríguez partió a México a una nueva gira con el conjunto azul, pero no regresó. “Me descolgué. La U volvió el 7 de septiembre y el golpe militar fue el 11, así que lo vi por televisión”, recuerda. Allí, en tierras aztecas, estuvo a prueba en el Atlante y en el América, antes de proclamars­e campeón en Estados Unidos y de volver a casa, en 1975. “En Estados Unidos conocí a Humberto Gatica (productor musical). Con ese loco viví y me fui a Las Vegas, pero cuando volví a la U, para jugar, un técnico que teníamos, Nelson Oyarzún, me dijo: ‘Vente a trabajar conmigo, quiero que seas mi ayudante. Finalmente te van a echar por viejo’. Y un poco de eso fue. Me retiré con 35 años”.

“Si te pones a sumar, hay como un millón de años en esta cancha”, señala, mientras mira el campo. Son las 18.45 y con el dorsal número 5 salta al terreno de juego el lateral, pentacampe­ón con Universida­d de Chile. “¡Grande, Manolo!”, vociferan desde la tribuna dos hinchas de avanzada edad, que amenizan la jornada con pisco. Y Manolo, el mismo que hace 56 años marcaba a Suárez, el Gallego de Oro, en el San Siro, se sitúa de líbero.

Su zancada ya no es la misma de antaño, pero sí su visión periférica, que le permite tirar con acierto la línea de fuera de juego. Y esa pierna fuerte que ayudó a forjar su leyenda está viva. “Sigo siendo duro en la marca. Con los amigos soy benevolent­e, pero a los enemigos les meto fuerte. ‘Defensa que no pega, no sirve’, nos enseñaron”. Los gritos de Rodríguez, comandante de la retaguardi­a, resuenan en La Florida. “¡Métele!”, ordena a uno de sus compañeros de zaga. Pero la jugada termina en gol del Real Amistad, ante el enojo exasperado del arquero. El 1-3 definitivo, por si fuera poco, tampoco tarda en llegar, sepultando todas las opciones de remontada de los Amigos del Jueves.

Tras anunciar su retiro del fútbol, en 1977, Manuel Rodríguez fue formador en las series menores de la U (moldeando a jugadores como Marcelo Salas, Rodrigo Goldberg o el Huevo Valencia), dirigió en dos etapas diferentes al plantel adulto (“en dos épocas en las que la U no tenía ni un peso”, precisa), dio charlas de fútbol por todo el Caribe y se desempeñó como técnico durante 10 años en Indonesia. “Pero al volver acá como que perdieron el hilo de todo lo que había hecho”, lamenta.

Pero siguió dirigiendo a equipos más modestos (como Provincial Osorno, Ferroviari­os o Brujas de Salamanca), y jugando, claro, todos los sábados en una liga amateur de El Barrancón (San Bernardo), y todos los jueves en el torneo del Estrella Manuel Rodríguez.

El colegiado ya decretó el final del partido. Y el inicio del tercer tiempo. “A donde no voy nunca es al estadio a ver a la U, porque es muy mala y me da pena. Tengo entrada liberada y asiento, pero no voy por esa razón, me duele”, reconoce, camino ya a camarines. Manuel Rodríguez Vega es así, sin dobleces.

Es hora de despedirse y Manolo, ni tan cansado, sentencia: “Cuando la máquina diga que no se puede seguir, pararé. Y será terrible, pero yo creo que voy a seguir jugando hasta los 80, una edad respetable para colgar los botines”.

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► Don Manolo, con los colores de su club, Amigos del Jueves.

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