La Tercera

“Pensé: Dios, Carlos Fuentes ha muerto”

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1 Yo comencé a saber de Bolaño con La literatura nazi en América. Me pareció un autor muy poco chileno. Muy moderno, con ese epílogo para monstruos. Y donde me conquistó para siempre fue con el cuento Últimos atardecere­s en la tierra, de la antología Honrarás a tu padre y que muchos años después fue parte de Putas asesinas, el 2001, vía Anagrama. O sea, llegué a Los detectives con ese cuento como trailer. Como una suerte de fan. Y lo compré en noviembre del 98 en la FNAC de Madrid junto a Paz Soldán. Mucho antes, creo, que estallara todo aunque ya se hablaba mucho o Edmundo me habló mucho. Yo estaba con una beca Fullbright en Georgetown, Washington D.C. y la empecé a leer en un avión en la pista de aterrizaje de Barajas y lo terminé en un café de Adams Morgan para Thanksgivi­ng y empezó a nevar. Esto fue pre Rómulo Gallegos. Años después en un viaje que hice solo a Ciudad de México la compré en bolsillo, en la edición roja, y me dediqué a recorrer la ciudad con el libro.

2 y 3. Lo primero que pensé: Dios, Carlos Fuentes ha muerto. La mejor novela mexicana la ha escrito un chileno. Luego: que esta era la mejor novela teen, la mejor novela del escritor-enciernes, el mejor de los bromances, que nadie entendía la sicología masculina como Bolaño. No me imaginé un hit literario sino una novela de culto entre escritores y chicos raros. Los detectives es sensual, arrebatada, es colosal y hay tantos personajes. La poesía como punk, como club de la pelea, la literatura como un oficio peligroso, callejero, vital...

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